Según ACNUR, ya son más de dos millones de refugiados lo que han huido de Ucrania escapando de la guerra, lo que se considera como el éxodo más rápido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Ante tal crisis de desplazamiento, el paso fronterizo de Siret se ha convertido en una alternativa para salir de Ucrania hacia Rumanía, evitando la masificación de otras fronteras como la polaca, donde los refugiados están hasta seis horas esperando soportando el frío, el hambre y el agotamiento.
Enrique Arnao, que trabajaba como piloto antes de jubilarse, hacía tiempo que había comprado una furgoneta de nueve plazas para camperizarla y viajar. Prácticamente había desmontado todos los asientos cuando empezó la guerra en Ucrania. "Me quedé pensando en cómo utilizar la furgoneta y llamé al camperizador para decirle que montase los asientos", cuenta Enrique en 'Más de uno'.
Me quedé pensando en cómo utilizar la furgoneta y llamé al camperizador para decirle que montase los asientos
A partir de ese momento, se puso en contacto con un monaguillo ucraniano la parroquia de Santa Teresa de Jesús de Getafe, Pablo Komarnitskii, quien, a su vez, le facilitó el contacto con una comunidad de ucranianos. Con la furgoneta llena de medicamentos y mantas, partieron con destino a la frontera con Ucrania para buscar a dos familias vinculadas a los ucranianos residentes en Getafe.
"Íbamos a por dos familias que habían pedido ayuda a través de Pablo", explica Enrique sobre las doce personas que salen hoy en autobús hacia Madrid.
Ayuda a familias ucranianas: Mujeres, niños y ancianos con destino a Italia
Estando en la frontera, se encontraron con otras familias que necesitaban ayuda y no han dudado en ofrecérsela. Por ello, Pablo Komarnitskii se encuentra viajando con la furgoneta de Enrique en dirección a Italia. "Nosotros hemos recogido a otra familia que necesitaba ayuda; son dos mujeres, dos niños y dos personas mayores", relata Pablo, quien recalca que contactó con todas las familias por medio de contactos y anuncios anunciando su ayuda.
Durante el viaje, Pablo se turna con el otro conductor para llegar lo antes posible a Italia y únicamente paran para repostar e ir al baño. A día de hoy, sigue sin creerse que Enrique confiase en él para dejarle su furgoneta y ayudar a los refugiados ucranianos.
"Es una persona de gran corazón y esta es una oportunidad en la que yo puedo aportar algo más", reflexiona Pablo, ucraniano que lleva en España desde que tiene 8 años.