Un extraño cosquilleo en los dedos del pie izquierdo mientras paseaba por Madrid fue el primer síntoma. A partir de ese momento, su vida y la de su familia cambiaron por completo. Apareció la enfermedad, el párkinson, pero apareció también, poco después, un deporte que leyendo su libro uno comprende que es mucho más que golpearle a una pelota con una raqueta pequeña de madera. Es casi una filosofía de vida.
Cómo el ping-pong ayuda a sobrellevar el párkinson
El tenis de mesa, dice Javier Pérez de Albéniz, "es un apasionante laberinto, como las artes marciales y el boxeo combinado con el ajedrez". Ahora, el periodista ha publicado un libro titulado 'Los reveses', editado por Libros del KO, en donde relata cómo el ping-pong, o el tenis de mesa, le ha ayudado a sobrellevar el párkinson.
Cuando fue diagnosticado de párkinson, los médicos le aseguraron que, para ralentizar el proceso, lo mejor era la medicación y hacer deporte. "Se nos vino el mundo encima, el golpe fue muy gordo, pero lo he llevado más o menos bien", asegura, pero está eternamente agradecido por el equipo médico que le trata, que "es maravilloso".
El ping-pong es muy adictivo también a nivel físico
Pérez de Albéniz escogió el ping-pong por casualidad, por probar un deporte que no le desgastase las rodillas, ya castigadas por sus años jugando al fútbol. Al principio, creía que no iba a poder dedicarse al ping-pong porque era demasiado técnico y difícil. Con el tiempo, le fue cogiendo el gusto hasta el día en que "no puedes dejarlo", porque es "muy adictivo".
Cuando juego al ping-pong acabo con muchas ganas de vivir una vida como la que llevaba antes
En su caso, esa adicción vino, primero, por su afición al juego y el deporte y, también, a nivel físico. "Cuando juego al ping-pong, el ejercicio cardiovascular me deja en una posición muy alta, cuando acabo tengo muchas ganas de salir, de andar, de vivir una vida como la que llevaba antes".
En definitiva, el ping-pong es una mezcla "letal" entre la debilidad y la fuerza: "los efectos son la base del juego y la fuerza hace que los efectos ganen en potencia y energía", detalla.
Un deporte totalmente adictivo
Artur Sasot ha sido bailarín profesional, ha actuado por todo el mundo, pero un día la enfermedad de Parkinson apareció en su vida para cambiarlo todo, como le ocurrió a Javier. Artur también juega al ping-pong por casualidad, porque su hijo juega al tenis de mesa y vive cerca de un club de ping-pong muy conocido a nivel nacional; el Club de Tenis de Mesa Borges Blanques.
Un día entrando en la Real Federación de Tenis de Mesa se encontró con un artículo donde Javier hablaba de su afición al ping-pong y decidió empezar con ello también el pasado septiembre.
"Es totalmente adictivo", dice Artur que, a pesar de la rigidez que sufre, asegura que cuando empieza a jugar, "voy detrás de la pelota como el que más". Sin embargo, cuando para de jugar, tienen que ir a buscarle a la mesa porque no puede ni dar un paso.