Ocurrió durante once días de un mes de noviembre de hace 85 años. La Guerra Civil Española había terminado hacía apenas siete meses. Tiempo suficiente para que los vencedores recuperasen de una fosa común de Alicante los restos de quien fuera, desde su fusilamiento en los primeros meses de la guerra, uno de los grandes mártires de la causa franquista: José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange.
A José Antonio quisieron rendirle los suyos un homenaje que estuviera a la altura de su figura. Y así empezó el cortejo fúnebre más estremecedor de la España moderna. El féretro de José Antonio Primo de Rivera fue trasladado a hombros, por sus acólitos, desde Alicante hasta El Escorial, en Madrid. 467 kilómetros, onde días con sus once noches. Por el camino, miles de personas -algunas devotas, otras obligadas- salieron a rendir culto al santo de la nueva España, que era una, grande y libre.
Una peregrinación extraordinaria de una exaltación desmedida
'Presentes', la nueva novela del escritor valenciano Paco Cerdá, recuerda, casi paso a paso, el traslado del féretro de José Antonio en lo que él llama "un camino doble".
Por un lado, se trató de "una peregrinación extraordinaria de una exaltación desmedida" para encumbrar a un muerto -José Antonio- que tuvo más fuerza e importancia muerto que vivo. Por otro lado, el viaje que también le interesaba era por "el subsuelo" de esos once días; "qué estaba pasando debajo de la alfombra de esa gran propaganda franquista y falangista para edificar esa nueva España".
Las dos Españas en aquellos once días
El autor quería indagar sobre qué pasaba con los presos, con la gente de los campos de concentración y con los batallones de trabajo forzado -las "mulas de la nueva España", hombres con pico y pala obligados a abrir carreteras-. Así, durante dos años Paco Cerdá ha estado buceando en esos once días que dura el traslado para ofrecer al lector aquel contraste.
Por una parte se ve "la gran construcción del símbolo de símbolos, del mártir de mártires -José Antonio Primo de Rivera-" y, por otro lado, "los pequeños presentes" -de ahí el título del libro-: Eulalio, Amelia, Francisco "y todos aquellos que en esos días pagaban el precio de la guerra", dice Cerdá.
Un documental con una impactante estética nazi
Todo comenzó con un documental rodado por el Departamento Nacional de Cinematografía en 1939, donde se retransmitía, mediante una estética nazi y banda sonora de Wagner "que atemorizaba", el traslado de José Antonio Primo de Rivera.
En el film había "una plástica nazi, con banderas nazis a la puerta de El Escorial" que le impresionó mucho. Se trata de una representación estética, de "un gran teatro" donde el pueblo no dejaba de ser el atrezzo de esta "gran epopeya totalitaria" enmarcada en unos días donde había fusilamientos, presos, campos de concentración y las actuaciones de los primeros maquis.
Asimismo, se preguntaba qué habría pasado por las pequeñas personas, que es "realmente donde late el gran sentir de nuestro pasado", cuenta. A lo largo del libro, el escritor pone en evidencia "cómo el amor o la lectura del Quijote es un asidero para muchos de ellos".