Puerto Rico también existe. Se trata de un estado libre asociado que se encuentra en un limbo jurídico: para conocer más sobre su lucha de identidad, Fesser ha hablado con una lingüista, Maia Sherwood, miembro de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española.
Su área de especialidad es la léxico-grafía electrónica (léxico, vocabulario, grafía, escrito, electrónica, lo de las ondas, o sea, diccionario por internet). Por eso dirige el proyecto Tesoro.PR.
La Primera mitad del siglo XX se caracterizó por una gran resistencia al inglés, sobre todo para mantener la enseñanza en español en las escuelas. Pero En 1952, PR se convierte en estado libre asociado y la cosa cambia. Los puertorriqueños empiezan a elegir a sus propios representantes y estos empiezan a jugar con la política lingüística de un modo partidista.
En la escuela se mantuvo el inglés, pero en el mundo de los negocios el inglés era difícil de combatir porque venía asociado con el prestigio de todo lo que se producía en Estados Unidos. El cine, la música, los tejanos.
Los letreros con nombre en inglés de los que habla Maia eran Shannon’s, Mona’s, Mango’s, todos con el apóstrofo posesivo anglosajón. Las discotecas del momento eran Neon, Laser y Levels. El español se percibía como rústico, inapropiado, anticool.
Y así se mantuvo el tema hasta antes de ayer, cuando Maia ha empezado a percibir un cambio en el paisaje lingüístico de su ciudad; a observar con fascinación que los letreros de los comercios del viejo San Juan empiezan a rescatar de nuevo el español.
No se trata de un español estándar, sino de un español al que algunos ya llaman boricua contemporáneo o boricua chic. Un español con cierto humor, que unas veces ensalza hasta el infinito lo más pequeño, y así salen nombres como La Tornillería, y que otras veces juega con el inglés pero lo españoliza.
En resumen, que Puerto Rico, según cuenta la académica Sherwood, habla español pero tiene que tener un toquecito trendy, estiloso, prestado del inglés.