El trasatlántico Wilhem Gustloff fue bombardeado por un submarino soviético un 30 de enero de 1945, en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. A bordo había entre ocho mil y diez mil refugiadosalemanes que viajaban desde la ciudad de Gotenhafen -ahora el norte de Polonia- hasta Berlín y otras ciudades de la Alemania Occidental, huyendo del avance del Ejército Rojo por la Prusia Oriental.
El barco se hundió en las aguas del Báltico, en la que se considera la mayor tragedia marítima de la historia. En aquel buque estuvo a punto de subirse con su familia un niño prusiano que no llegaba a los cinco años: Gernot Dudda. Un niño prusiano que mucho tiempo después se haría devoto de la Virgen del Rocío.
Aquella fue "una huída de mujeres, niños y ancianos porque los varones ya habían muerto o estaban en el frente", explica en 'Más de uno' Ricardo Dudda, autor del libro 'Mi padre alemán', editado por Libros del Asteroide y finalista del II Premio de No Ficción de esta editorial.
Tras una discusión entre su abuela y su bisabuela para ver si se subían al Wilhem Gustloff o no, decidieron no hacerlo y, después se enteraron de que murieron miles de refugiados en ese barco. De aquel viaje huyendo por la Alemania ocupada por los aliados Ricardo destaca "el heroísmo de las mujeres" al final de la guerra porque eran las únicas sobrevivientes.
La mujer como botín: violaciones masivas del Ejército Rojo
Una de las partes más siniestras de la represión del Ejército soviético son las violaciones masivas. "Había una especie de pudor y, al mismo tiempo, se culpaba a las mujeres alemanas por dejarse violar por los rusos", cuenta Ricardo.
En una visión ultra misógina del asunto, "la que se había dejado violar de alguna manera había sido complaciente con su abusador", según la lógica del Ejército Rojo de usar a la mujer como botín de guerra.
Historia de los prusianos alemanes que perdieron su país
Su padre, Gernot Dudda, le contaba este tipo de anécdotas sueltas, sin un contexto más amplio. Cuando empezó a investigar por su parte, se dio cuenta de que había toda una historia detrás, no solo de su familia al completo, sino "de todos los prusianos alemanes que perdieron su país", que en parte enmarca en su libro 'Mi padre alemán'.
El Ejército Rojo cuando llegó a esa zona, lo ocupó y fue convertida en la Polonia comunista. "Mi familia no pudo volver y mi padre si vuelve a su ciudad natal no puede hablar su idioma materno", pues antes era una cuidada alemana y ahora es polaca.
Racismo entre alemanes del este y del oeste
Una vez acabada la guerra, los propios alemanes repudiaban a los prusianos por ser la zona en la que había surgido el movimiento nazi. Consideraban que como Prusia había sido una zona muy militarista y reaccionaria, lo asociaban al nazismo.
Esta fue una manera escogida por parte de la población de Alemania occidental para "expiarse de sus pecados de apoyo a los nazis". Aunque se desconoce, en la posguerra alemana, "se produjo mucho racismo entre alemanes del este y del oeste", quienes distaban mucho entre sí.
Su abuelo participó en el holocausto
En la familia Dudda pensaban que durante la guerra, el abuelo de Ricardo no había más que un soldado raso enviado al frente, algo que tuvieron que hacer todos los hombres sanos en esa época.
Sin embargo, después llegó a manos de Ricardo un archivo grande de documentos y fotografías familiares con el que descubrió que "su involucración en la guerra fue mucho más siniestra". Su abuelo participó en "lo que los nazis llamaban 'la guerra antipartisana' y que muchos académicos dicen que es un eufemismo del holocausto y limpiezas étnicas que hubo en el este de Europa", detalla.
Era parte de la retaguardia. Cuando el Tercer Reich había ocupado las zonas del este, necesitaba controlar esos territorios aunque fuese "de una manera brutal". Para ello, había cazas de judíos, minorías y mano de obra esclava. Por último, su abuelo se integró en la solución final, "ayudaba en la logística del envío de todos esos esclavos hacia los campos de concentración".
Un proceso paralizador a nivel personal y profesional
Cuando Ricardo le contó todo esto a su padre, el shock fue enorme y entendió por qué su padre "nunca hablaba de la guerra". El hecho de descubrir el papel que tuvo su abuelo en la guerra, fue un proceso paralizador "tanto personalmente como narrativamente", pues su libro iba por una dirección y este descubrimiento le cambió la historia.
"Fue un proceso de aclimatarse a una cosa tan horrible. Mi padre no es algo que haya agradecido, pero creo que está bien que haya salido este tema que era un secreto familiar", considera el autor.