Una de las canciones que sonaron en la madrugada del 25 de abril de 1974 -se van a cumplir pasado mañana 50 años- fue Grandola Vila Morena, del cantautor José Afonso. Sonó en Radio Renascença a las doce y veinticinco minutos de la noche y era la señal pactada por los oficiales sublevados para ocupar los puntos estratégicos del país. Una canción que acabó convirtiéndose, junto a los claveles, en el símbolo de la revolución que trajo la democracia a Portugal.
Entre los periodistas que cubrieron aquellas jornadas tan emocionantes estaba un joven reportero de Televisión Española, Diego Carcedo, que medio siglo después publica en la editorial Almuzara 'La Revolución de los Claveles. Portugal, 25 de abril de 1974' y que todavía hoy recuerda aquella "explosión de alegría" que se produjo en Portugal cuando se conoció la noticia de que estaba en marcha "un golpe de Estado que iba a ser imparable" y que acabaría con una dictadura que duraba por entonces 40 años.
La noche del 25 de abril Carcedo se encontraba en Argentina, a donde había ido a entrevistar al general Perón. Aquella noche, acudió al periódico Clarín a ver a unos amigos y salió la noticia de que había habido un golpe de Estado en Portugal. "48 horas después, ya estaba yo allí presenciando directamente lo que de verdad estaba pasando", explica el periodista en 'Más de uno'.
España y Portugal: las dos últimas dictaduras fascistas en Europa
En 1974 España y Portugal eran las dos últimas dictaduras fascistas que quedaban en Europa, por lo que contar aquel golpe de Estado durante el régimen franquista le supuso algunas dificultades.
"Había mucho temor a que, en función del Pacto Ibérico que tenían Franco y Salazar para apoyarse un régimen a otro, interviniesen las fuerzas militares españolas para detener el golpe de Estado portugués", explica Carcedo. Para evitarlo, los militares portugueses habían reforzado los cuarteles fronterizos, pero aún así se temía la posible reacción española.
El férreo control de PIDE, la policía secreta de la dictadura
Durante su cobertura de la Revolución de los Claveles y su etapa como corresponsal en Lisboa, Diego Carcedo conoció a muchas víctimas de PIDE, la policía secreta de la dictadura portuguesa. Se calcula que tenía alrededor de mil espías repartidos por todo el país y "tomaba represalias con quienes expresaban alguna queja contra la dictadura".
En este sentido, se trataba de un control muy "férreo y extenso" por todo Portugal que, sin embargo, no detectó el golpe de Estado contra una dictadura que, a diferencia de la de España -que era una militar-, se trataba de una dictadura civil.