Deben saber que es muy posible que alguno de los tapones de los litros de leche que hemos tomado en casa, es muy posible que alguno de esos puñeteros tapones haya terminando contribuyendo a la angustiosa muerte por plástico de los albatros. En nuestra confortable indiferencia estamos siendo despiadados.
Midway Island es el corazón de las tinieblas del tiempo que vivimos. Esa isla está a unos 2.000 kilómetros de Alaska, al norte del océano. Ese paraje era conocido como la isla del sonido de los pájaros. Y hoy, ahora, en este momento, ese sonido resuena con un eco mortecino. Esa isla, al borde de la cloaca de basura del Pacífico, es la gran morgue de los albatros. A esos animales magníficos el estómago se les está llenando de plástico.
La semana pasada dedicamos un capítulo a Baudelaire, un tipo que fue tan moderno que en Las Flores del Mal ya le escribía versos a los albatros.
Los albatros son animales cuyas alas de gigante les impiden caminar. Pero, puede decirse que divisar el vuelo de un albatros en el cielo es una experiencia digna de estar vivo. Los albatros son gigantes con plumas. Sus alas tienen la mayor envergadura de todas las aves del mundo, pueden llegar a alcanzar una longitud de tres metros y medio. Con esas alas surcan los vientos oceánicos, planeando durante horas ininterrumpidamente sin necesidad de batirlas ni una sola vez. En tierra sólo se reúnen para procrear, porque -como hemos dicho- no pueden caminar. Cada pareja tiene un único huevo, y macho y hembra se turnan para cuidarlo. Los albatros suelen formar parejas de por vida.
Los albatros mantienen intensas relaciones afectivas. Cuando se aparean, la hembra y el macho se acurrucan después de haber construido juntos el nido. Los recién nacidos son como pollitos esponjosos que esperan solos, sin queja, hasta que sus padres regresan de buscar comida en el océano. Pero, sucede que cada vez tardan más en regresar. Las corrientes llevan la mierda plástica hasta el atolón de los albatros, donde mueren unos 200.000 albatros al año, como consecuencia de los desperdicios de nuestro estilo de vida. La tragedia de los albatros ha sido filmada con 400 horas de rodaje por un tipo llamado Chris Jordan. Es un documentalista que relata la intensa experiencia emocional de estar ante unos seres tan formidables. Verlos vivos, cuenta Jordan, es una inmensa alegría. Contemplarlos muertos es un profunda tristeza. Jordan apela a la conciencia humana para reconducir el rumbo, para hacer lo correcto en nombre de la naturaleza y sus criaturas. Su obra está disponible gratis para que pueda verla quien tenga interés en saber lo que está pasando, en saber lo que estamos haciendo.