Catherine no escuchó el despertador aquella mañana.
O lo escuchó y lo apagó. La alarma estaba puesta, pero con la inconsciencia del sueño la desactivó después de una madrugada de tribulaciones. Había dormido poco porque había pensado mucho, con nocturnidad y alevosía…había pensado mucho en el desamor. Y sucedió que el hecho de apagar inconscientemente la alarma fue lo que le salvó la vida. Sólo que hay situaciones en las que habiendo salvado la vida se termina perdiendo el alma. Y ese es un momento en el que se desconoce si alguna vez se podrá volver a recuperar.
El 7 de enero de 2015 un grupo de terroristas islámicos atacaron, con armas automáticas, la sede parisina de la publicación de humor satírico Charlie Hebdo.Doce miembros de su equipo de redacción murieron asesinados, otros once resultaron heridos de diversa gravedad.
Catherine no llegó a tiempo a la reunión de redacción, pero asistió al momento en el que desde la calle se escucharon los primeros disparos.
Fue trasladada a un lugar cercano para recibir los primeros auxilios psicológicos. En aquel instante de confusión y miedo, el proceso de interiorizar lo sucedido había dado comienzo. Catherine había salvado la vida; pero, en efecto, había perdido el alma, había perdido el punto de equilibrio, el tuétano de la estabilidad. Su cotidianidad había sucumbido. Ella supo enseguida que -después de aquel momento- el resto de su vida sería diferente a como lo había sido hasta aquel instante. En su mente había sangre, rostros desfigurados, sonrisas apagadas... en su mente había una llanura de soledad inmensa y extensa. Su esencia quedaba asediada por la enajenación. Dentro de ella, sólo sentía la dolorosa intensidad del ser desprovisto de todo sustento emocional.
Tengo la sensación, dijo Catherine, de ser la espectadora de mi propia implosión. Aquel lugar en el que tanto había vivido, era una redacción llena de manchurrones de muerte. Donde los difuntos eran los compañeros, personas concretas a las que aprecia. En aquella redacción lo que se habían silenciado eran las carcajadas de la creación. El 7 de enero de 2015, Catherine Meurisse se libró de las balas, pero no se libró del atentado.
Por qué todo el mundo habla de un atentado…si ha sido una matanza; dijo Catherine, que no se libró de afrontar la violencia de un acontecimiento terrible en el que lo perdió todo menos el latido inconsciente de la propia vida. Lo perdió casi todo y se perdió en ninguna parte. ¿Alguna vez han estado en ninguna parte? El mundo es enorme, está repleto de lugares, de paisajes y horizontes. Pero, cuando el horror se entromete en tus entrañas, entonces, no hay escapatoria. No la hay durante largo tiempo. No hay destino alcanzable.
Mi cuerpo está ausente, escribió Catherine. Sólo viven mis ojos, y es como si quisieran escapar. No hay destino alcanzable hasta que poco a poco la vida emerge de nuevo. Y un día, decidida a encontrar un nuevo punto de partida, Catherine emprendió un viaje rumbo a la dirección contraria al terror. Aquel fue un viaje hacia la belleza, como refugio, como escondite contra la necedad humana. Y fue así como Catherine Meurisse creó una novela gráfica titulada 'La Levedad'. Y así ha sido como un cómic ha propulsado ondas de hercio, en la radio, en Más de Uno.
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