CON JAVIER CANCHO

HistoriaD: Los coches fuman

Tres cuartas partes de la población europea vive en las ciudades. En América del Norte, el 82 por ciento de la gente habita territorios urbanos.

Javier Cancho

Madrid |

La mayor parte de la humanidad vive en ciudades. Y en las ciudades, los coches se convirtieron en algo así como una religión. Antiguamente, los núcleos urbanos se construían partiendo de las iglesias. Ahora, los ejes de las grandes ciudades se trazan pensando en el tráfico de los coches. Quizá, no reparamos demasiado en que los coches son máquinas. Son las máquinas que cambiaron la forma cotidiana del transporte.

Al principio, fueron resultado de una industria creativa. Pero, los mecanismos productivos fueron convirtiéndose en mecanismos destructivos. Y los coches envenenaron y envenenan el aire urbano que respira la mayoría de la humanidad.

Nuestro cuerpo envejece. Lo sabemos desde siempre. Y aún así, sigue habiendo resistencias para asumirlo. Y aprovechando esa debilidad, el coche fue publicitado como una segunda piel, y ha llegado a ser para algunos el cuerpo que se puede renovar, que puede cambiarse por uno nuevo. Mientras, las ciudades también fueron cambiando para dar al coche más espacio que a los que caminan.

E incluso más derechos. Por una premisa de salud pública, las cajetillas de cigarrillos advierten de que el humo del tabaco contiene monóxido de carbono, las cajetillas advierten de que el tabaco mata. Sin embargo, ningún anuncio de automóviles advierte que es mucho monóxido de carbono el que sueltan los tubos de escape. Decía Galeano que la gente no puede fumar; pero, los coches, sí.

Un habitante del DF, en México, fue a recoger los resultados de las radiografías al hospital. Aquel hombre tosía más que hablaba. El médico, le miró con gesto serio y le dijo: o deja usted de fumar, o se muere en un año. Antes del año, aquel señor ya se había muerto. Se lloró mucho por un hombre que no había fumado ni un solo cigarrillo en toda su vida.

En Londres, en el año 2010, el aire contaminado causó más de 9.000 muertes prematuras, según datos oficiales. En muchas ciudades del mundo, se lleva un década tomando medidas que la ciencia considera muy insuficientes: algunas de esas medidas son disuasorias: por ejemplo, conducir un automóvil por el centro de la capital británica puede costar unas 24 libras a la semana. De ese modo, en los últimos 30 meses Londres ha reducido los niveles de dióxido de nitrógeno en el aire en un 36 por ciento. En Pekín, el número de vehículos casi se triplicó en diez años. Pasó de menos de 2 millones en el 2000 a 5 millones en 2011. El aire pekinés se hizo irrespirable. Y también allí se tomaron medidas...insuficientes.

El cine ha contribuido a que relacionemos la extinción de la humanidad con el impacto de un asteroide, con una guerra nuclear o algo semejante. Sin embargo, la gran amenaza es climática. Somos casi 8.000 millones de personas viviendo en el planeta la Tierra, dependiendo todos de la energía, de los alimentos, del agua y del aire…dependiendo tanto de los recursos naturales estamos aniquilando lo que nos da la vida, situando a la humanidad al borde del colapso. No es una exageración, es una realidad, es una realidad poco asumida.