con javier cancho

Historia de Daja-Tarto: El mejor faquir de Cuenca

Javier Cancho nos habla en Más de uno del príncipe de Kapurtala, el faquir de Cuenca cuyos atrevimientos le convirtieron en una de las estrellas del circo Prince.

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Se llamaba Gonzalo Mena Tortajada, pero le hizo una torsión a su apellido para pasar a llamarse Daja-Tarto. Desde niño tuvo inclinación por lo retorcido, al menos eso es lo que decían en su casa. Su padre que fue guardia civil, decidió meterle en un correccional, Gonzalito lo que decidió es que no tenía que reformarse de nada así que se fugó del reformatorio. Después, aunque lo intentó, no pudo hacerse torero. Lo más cerca que estuvo de un torero fue llevándole las maletas a uno cuando trabajó como mozo en el Hotel Ritz, así que viendo que no podía hacer carrera en los ruedos decidió tomar carrerilla para ganarse la vida en el circo.

Daja-Tarto puso bastante empeño en demostrar que un faquir no nace, un faquir se hace, y a tope de bizarrismo desde Cuenca para el mundo, él además se hizo faquir estando en la mili. Daja-Tarto no cogió su fusil él prefería coger el sable y metérselo hasta el fondo desafiando la intuición que se pudiera tener sobre los recorridos internos del organismo humano, aunque una vez se causó un desprendimiento de retina después de haberse metido un estilete por la nariz. A pesar de los percances, que los hubo, puede decirse que Daja-Tarto fue el mejor faquir que Cuenca dió al mundo también es verdad que probablemente fuera el único aunque no habido nadie en toda la historia que se cargase parte de la vajilla del pardo a propósito delante mismo de franco y él lo hizo se comió la copa con la que acababa de brindar con el Caudillo. Fue una demostración de las habilidades de un faquir de Cuenca que se hacía llamar el príncipe de Kapurtala, más conocido como Daja-Tarto.

Una vez permaneció crucificado 408 horas seguidas. Le habría dado tiempo a resucitar seis veces pero es que no murió en ninguna de aquellas situaciones límite, de hecho se murió de viejo con 84 años después de una intensa vida de números circenses como los que compartió con la faquira paterneri que en el registro civil figuraba como Dionisia Gallardo. Daja-Tarto quiso legar al mundo una estirpe artística con las tizonas sister que eran sus propias hijas a las que enseñó a practicar mentalismo tomando perros y gatos como número previo al suyo.

No hubo contradicción ni en la vida ni en la muerte de Daja-Tarto, que se hizo enterrar envuelto en papel de lija en un ataúd forrado de cristales rotos.