Historia del escándalo Sokal
Una vez, en una entrevista, Jorge Luis Borges soltó que la mejor versión de Don Quijote era una en lengua inglesa.
Dónde está la verdad, qué es en realidad. Para empezar, sería bueno admitir que la verdad no suele ser elegante. En ocasiones hasta compromete tu propia ideología. Puestos a tratar de encontrarla, deberíamos aceptar que la verdad suele estar muy pegada a la mentira, como le pasa al agua con el aceite. También debe aceptarse que la verdad no siempre disipa el embuste, como la linterna no dispersa la bruma. Suele pasar que resulta difícil decir la verdad; aunque termina siendo más complicado ocultarla. Dicho todo lo mencionado, hasta ahora, falta algo más por añadir: la verdad acostumbra a ser relativa.
Resulta extraño eso de que la verdad haya terminado siendo una convención escogida por consenso. Sin embargo, hay una corriente de pensamiento que insiste, que persevera en la existencia de la verdad objetiva. Y uno de esos conjurados para demostrarlo fue un tipo llamado Alan Sokal. Debido a su comportamiento hubo el llamado caso Sokal.
Alan Sokal es profesor de física en la universidad de Nueva York. Y lo que se propuso fue desenmascarar la mentira. Para conseguirlo empezó mandando a una revista de culto un artículo titulado: 'Transgredir las fronteras: hacia una interpretación hermenéutica de la gravedad cuántica'. Aquel artículo lo tenía todo: empleaba la terminología estándar de los escritos sobre estudios sociales: había citas, referencias a eruditos, había un volquete de llamadas a pie de página. Pero, Sokal quiso ir incluso más allá y extractó párrafos copiados de científicos consagrados. Digamos que hizo un copypasteado masivo. Y envió aquel artículo sin sentido ninguno, con su firma, a la prestigiosa revista Social Text, que venía a ser el oráculo de expresión en el ámbito de los estudios sociales norteamericanos. Dejó el señuelo en la misma puerta de la revista Social Text. Era una artículo revestido de relativismo postmoderno en el que se disimulaba una verdad que iba repleta de mentiras. Qué fue lo que pasó, qué piensan ustedes que sucedió.
Sí, lo han adivinado: el artículo fue publicado. Era palabrería hueca. Y los editores deglutieron la engañifa sin objeciones: no hubo ninguna. Alan Sokal explicó después cómo tramó la parodia que cuestionaba eso que llamamos la intelectualidad.
Quizá, se piensa poco en cómo funciona el ámbito de la impostura. Acuérdense de aquella exposición que fue publicitada como la de una promesa de la pintura. Además, el día del estreno de la muestra se contó que el misterioso autor no había querido ir por ser algo excéntrico. Resulta que se vendieron la mitad de los cuadros. Y no estaban baratos, precisamente. La crítica celebró unánimemente el nacimiento de un nuevo genio. Fue después cuando el galerista confesó que el artista había sido una cría de chimpancé particularmente interesada en los plátanos que se le daban a cambio de manchar lienzos con pintura.