con javier cancho

Historia de la arena verde

Fue a principios del pasado mes de marzo cuando se tomó la decisión.

Javier Cancho

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Sobre el terreno se consideró que aquel lugar era idóneo para el experimento. Se trata de una isla de nombre no desvelado que está en algún enclave del Caribe. Lo que se ha filtrado es que allí se da una curiosa circunstancia orográfica porque hay dos bahías gemelas. Por eso, se eligió ese paraje para probar el sistema en una de las bahías y disponer así de una comparativa inmediata con la otra. Lo que allí se quiere hacer es un ensayo con el que -en el futuro- podría lograrse una de las mayores aspiraciones de la humanidad en este momento.

Podría llegar a mitigarse -de un modo significativo- la concentración en la atmósfera de dióxido de carbono, que es uno de los gases de efecto invernadero causantes del calentamiento global. Esa isla, de ubicación no revelada, es el lugar señalado en un inmenso mapamundi que ocupa una pared entera en una elegante oficina dentro de un edifico señorial en la ciudad de San Francisco, que es donde se ubica la sede del proyecto Vesta.

El proyecto Vesta lo impulsa una organización sin ánimo de lucro. Consiste en un experimento. Una de sus fases transcurrirá en algún momento de este año, en ese lugar elegido del Caribe. El plan es esparcir

en una de sus playas un mineral volcánico de color verde conocido como olivino. Ese mineral se llevará a la playa reducido hasta el tamaño de partículas de arena. Cuando haya sido esparcido, las olas lo

descompondrán aún más, para que su alta reactividad acelere una serie de reacciones químicas que capturen el gas de efecto invernadero del aire y lo atrapen en las conchas y esqueletos de los moluscos y los corales. Ese proceso podría permitir almacenar cientos de billones de toneladas de dióxido de carbono. Si sale bien, serían billones con B. Sería una solución para combatir el mayor riesgo al que se enfrenta la humanidad: el calentamiento global.

Es un proceso que es natural, que es lento pero que podría acelerarse usando la fuerza de las olas oceánicas.

Estamos explicando una posibilidad muy estimulante, sobre la que ya se conjeturó e la revista Nature hace 30 años. Y podría llegar a ser una solución. Aunque, todavía hay dudas razonables sobre el alcance del

proyecto. Una de ellas es quién pondría el dinero para llevar el mineral a las playas del mundo. Los investigadores del proyecto Vesta todavía no saben cuántas olas acelerarían el proceso de captura del gas de efecto invernadero, tampoco está muy claro -de momento- cómo se podría verificar la absorción de carbono, o si los países aceptarían la necesidad de verter minerales verdes molidos a lo largo de sus costas. La pregunta es: ¿aceptaríamos que nuestras playas de color tostado se convirtieran en playas de arena verde?

De lo que les estamos hablando es de acelerar un proceso natural que del propio planeta. Ese mecanismo natural atrapa al menos 500 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono al año. El problema es que estamos emitiendo más de 35.000 millones de toneladas anuales. Por tanto, algo hay que hacer porque la ecuación es suicida. Por eso, cabe preguntarse si puede acelerarse con arena verde el proceso natural de absorción. En principio, no parece imposible. Tampoco parece sencillo conseguir los minerales correctos, en el tamaño adecuado, en el lugar idóneo, en las condiciones apropiadas. Parece una tarea costosa y compleja. Aunque, si se lograse -entonces- estaríamos salvados. En eso consiste el experimento Vesta, el sendero de la arena verde.