Historia de una búsqueda milenaria
Javier Cancho nos cuenta en 'Más de uno' la historia de la búsqueda de un país legendario al que los antiguos egipcios viajaban hace más de 3.000 años y que se perdió en las brumas de la historia: El país de Punt, una leyenda que el mundo ha olvidado y que no se sabe si es leyenda o realidad.
Se sabe que para llegar a ese lugar, los antiguos egipcios habían de navegar hacia el sur por el Mar Rojo, dejando lejos los paisajes conocidos del valle del Nilo. Emprendían aquellas expediciones en busca de animales salvajes y materiales preciosos.
La misión consistía en traerse marfil, ébano, resinas aromáticas o pieles de leopardo. Hacían incursiones por lugares recónditos del África negra buscando parajes muy concretos, cuya ubicación exacta se desconocía. Dónde estaba esa comarca ha sido un enorme misterio.
Durante mucho tiempo llegó a considerarse que Punt era un lugar que podía pertenecer a la fantasía del mito. Pero, los arqueólogos -ahora- están convencidos de haber encontrado la ubicación de esos parajes. Tienen ese convencimiento a partir de un hallazgo: la clave está en un cráneo de babuino.
Un cráneo de un mono de 3.300 años, que proviene de una tierra legendaria. Las leyendas del antiguo Egipto hablan de un lugar mágico donde los viajeros intrépidos podían obtener esencias fascinantes, como el oro, el incienso y la mirra.
Era la Tierra de Punt, también conocida como la tierra de Dios. Aquel lejano reino fue el Dorado de los antiguos egipcios, un territorio propicio para oscuros relatos mitológicos. Los egipcios comenzaron a viajar a Punt hace unos 4.500 años y continuaron haciéndolo durante diez siglos.
Así consta en sus propios registros grabados en jeroglíficos. En esos escritos se relataba la existencia de un esclavo traído de la tierra de Punt para uno de los hijos del faraón Keops, el constructor de la Gran Pirámide de Gizeh. Hasta ahora, sólo esas referencias escritas eran testimonio de la posible existencia de la comarca. Así ha sido hasta el hallazgo hecho en el cráneo de babuino.
Una calavera que curiosamente estaba archivada en el Museo Británico, aunque fue encontrada por arqueólogos del siglo XIX en la antigua ciudad egipcia de Tebas. Los egipcios veneraban a los babuinos. Les consideraban la encarnación de Thoth, el dios de la sabiduría, también conectaban a los primates con Amun-Ra, el gran dios del sol.
Y sucede que los primates no son nativos de Egipto. Siguiendo esa pista, se estudiaron isótopos químicos en el esmalte de los dientes del babuino, se buscaban conexiones con el lugar de nacimiento de ese animal hace más de 3.000 años.
El suelo y el agua de una región tienen una proporción distintiva de isótopos de estroncio. La proporción de estroncio en el esmalte dental confirmó que el antiguo babuino no había nacido en Egipto.
En cambio, un análisis de las proporciones de estroncio en 31 babuinos modernos de todo el este de África y la Península Arábiga sugiere que el animal nació en un área que se extiende a lo largo de la actual Eritrea, Etiopía y el noroeste de Somalia. Toda esa región pudo ser en un tiempo pasado un lugar llamado la Tierra de Punt.