Historia del jardín de las flores del mal: Baudelaire
Si Baudelaire no hubiera nacido en París, -qué se yo-...si hubiera nacido en los adentros del nordeste, en un pueblo español de pocos vecinos...en ese caso, en vez de haberse llamado Baudelaire es posible que se hubiera llamado...Graciano.
Y es posible que la aldea en la que Graciano hubiera vivido no tuviera ni una cantina siquiera, donde poder ir a echar un trago de absenta. Y al final, pasados los años, la hermana de Graciano -de nombre Segunda, aunque fuera la mayor-...es posible que su hermana hubiera terminado convenciéndole para ir a un loquero de la ciudad, porque Graciano tenía la costumbre de andar buscando el porqué de los cuándo.
Cuando Baudelaire afrontaba sus últimos días le desahogaba mucho entregarse a las blasfemias. De aquel tiempo perdura una anécdota que ilustra hasta qué punto Baudelaire blasfemaba escupiendo su furia. Después de que estuviera ingresado en un hospital religioso de Bruselas, cuando el poeta se marchó de allí, las monjas agustinas, exorcizaron la habitación en la que había estado, escandalizadas -asustadas- por su comportamiento. Baudelaire detestaba Bruselas casi más que estar enfermo. Después de aquello, y ya en París, Baudelaire estuvo hospitalizado en la clínica hidroterapéutica del doctor Émile Duval. Y allí acudían a acompañarle las esposas del pintor Édouard Manet y del novelista Paul Meurice. Y allí le tocaban al piano, a cuatro manos...le tocaban fragmentos de Tannhäuser.
Baudelaire vivió 46 años. Aunque, muchos de ellos tuvieran más de resistencia que de existencia. Sufrió afaxia, hemiplegia, contrajo la sífilis. Confesó que había llegado a sentir el aleteo de la locura merodeándole. A Baudelaire le enloquecía escuchar a Wagner.
Fue un poeta y maldito, fue Baudelaire quien inventó la palabra modernidad y le dio contenido al concepto. Vivió en perpetuo conflicto con la sociedad que le rodeaba. Y no le faltaban motivos: en 1857, Charles Baudelaire y Gustave Flaubert -por su Madame Bovary- fueron de delitos de ofensa a la religión y a la moral pública. Ambos fueron juzgados y fueron condenados.
Sus poemas son tan subversivos que algunos de esos versos siguieron proscritos en Francia hasta 1949.
El autor de Las Flores del mal vivió con cólera y tristeza. Vivía en una batalla interior, como tantos de nosotros. En su caso, sufriendo hasta el estremecimiento. Y sin embargo, si nos apartamos de su vida como poeta maldito, en sus textos no parece haber rastro de desequilibrio...porque, de hecho, Baudelaire enseña a mirar, enseña a escuchar. Se dice que él encontraba la belleza donde los demás no la veían. La belleza, pero también los mismísimos abismos de la conciencia humana.
Este es el poema del albatros, ese animal cuyas alas de gigante le impiden caminar.