Existe un papiro, conocido entre los estudiosos como el papiro de Ebers, donde se mencionan unas fiebres pestilentes, que probablemente fueran malaria. Se relata que aquellas fiebres asolaron la población de los márgenes del Nilo. Aquello sucedió alrededor del año 2000 a.C. Ese pairo es el texto conservado con la más antigua referencia a un padecimiento colectivo.
Desde 1830, las epidemias de cólera arrasaron el Reino Unido. Nadie sabía cómo se transmitía la enfermedad. Los gérmenes no eran una idea establecida ni siquiera sugerida de un modo aproximado a lo real. La sensación de incertidumbre era muchísimo más inquietante que ahora. El asunto, se convirtió en una obsesión para un médico de Londres que quería saber por qué, estaba determinado a averiguar cómo se propagaba aquella enfermedad tan devastadora. El nombre de aquel médico era John Snow.
El hombre que regresó de entre los muertos en Juego de Tronos se llama igual que el doctor del que nos estamos acordando. John Snow fue alguien crucial en la historia de la medicina porque fue el primero en rastrear los últimos pasos dados por los muertos del cólera. Mister Snow incorporó a su trabajo un agudo sentido de la observación. Y había algo que no le cuadraba en la creencia de que el cólera se transmitía a través de miasmas en el aire. Algo que le hacía sospechar que lo infeccioso no estaba en el aire, sino el agua. Para tratar de sacar una conclusión, lo que hizo fue trazar un mapa, como hacen hoy los detectives para rastrear a un asesino en serie.
John Snow empezó registrando los casos de cólera en el barrio del Soho, de modo que cada muerte de la que tenía constancia iba señalándola con una cruz en su mapa. En total, registró 578 fallecimientos, dándose la circunstancia de que casi todos se concentraban alrededor de la fuente pública de Broad Street. Para verificar que el perímetro afectado por el cólera coincidía con la zona de abastecimiento de agua, Snow cruzó sus datos en un diagrama, dividiendo el espacio en una serie de porciones de cercanía. También midió la distancia en tiempo, la distancia caminada a cada fuente. No dejó ningún cabo suelto. Y utilizando -finalmente- un microscopio logró identificar la presencia de un microorganismo desconocido en la fuente de Broad Street. Algo se movía al otro lado de las lentes. Aquella revelación fue sometida a debate. Tenemos el testimonio: escuchen lo que se dijo en aquellos días donde el miedo llevaba el nombre del cólera y la ignorancia se manifestaba con elocuencia.
Usted no sabe nada le espetaron a John Snow los que defendían que el cólera se transmitía por las miasmas del aire. Pero, el estudio que había hecho Snow era tan meticuloso y las autoridades de Londres estaban tan desesperadas que, después de cierto tiempo, y unas cuantas defunciones más… al final, terminaron clausurando la fuente de Broad Street. Poco después, el brote de cólera remitió. Snow estaba en lo cierto.