El Marqués de la Ensenada, el artífice del reformismo ilustrado en España, escogió a los capitanes de navío Jorge Juan y Antonio de Ulloa como agentes de una campaña de espionaje industrial por Europa. Una breve historia de una vida intensa.
Antonio de Ulloa llegó a teniente general. Y siendo militar del más alto rango fue superior su trayectoria científica. Antonio de Ulloa vivió aquellos tiempos en los que no había días iguales.
Cuando sólo tenía 14 años, Ulloa se enroló como voluntario en un galeón de la Armada. Siendo un adolescente, hizo su primer viaje a América, regresando a Cádiz dos años después con conocimientos para obtener plaza en la Real Academia de Guardias Marinas.
Antonio de Ulloa conoció a Jorge Juan en la expedición que debía determinar si la forma de la Tierra era la de un melón o la de una sandía.
Estando en América, Juan y Ulloa, recibieron el encargo de la defensa del Mar del Sur contra las incursiones de la armada inglesa.
Cumplida esa misión, se incorporaron a sus trabajos en el meridiano, a las mediciones geométricas y observaciones astronómicas. Fue en unas condiciones muy duras, soportando el mal de altura, y sobre todo los intensos aguaceros y tempestades, el asedio de animales e insectos, el frío y el hambre, y las dificultades del transporte de los instrumentos de medición.
Regresaron a España diez años después de su partida. Lo hicieron en embarcaciones distintas. Ulloa zarpó en la Dèlivrance, que fue apresada por los ingleses. Ulloa llegó a Portsmouth como prisonero.
Más tarde se le concedió permiso para trasladarse a Londres para poder recuperar los documentos científicos que le habían incautado.
En realidad, los papeles más comprometedores los había arrojado al mar cuando la flota británica se acercaba. En Londres, Ulloa fue tratado como un científico más que como militar.
Fue por el asunto del platino, que -a continuación- vamos a explicar: en 1745, Ulloa describió por primera vez lo que llamó la platina, una piedra de las minas de lavadero de tanta resistencia, escribió, que no se podía romper, ni desmenuzar con la fuerza del golpe sobre el yunque de acero, y que ni la calcinación la vencía. En la década de los 40 del siglo XVIII el británico Charles Wood encontró en Jamaica muestras de ese metal, traídas de contrabando desde Cartagena de
Indias.
Los ingleses hicieron ciertos experimentos. Aquellas indagaciones llegaron a manos de William Watson, miembro de la Royal Society. Watson se refería al metal por el nombre acuñado por Ulloa, “la platina”. La Royal Society admitía que el español Antonio de Ulloa fue el primer europeo en describir el material. Watson resultó clave para que Ulloa fuera liberado y fuera designado miembro de la sociedad científica más antigua del mundo. Y en su sede, en Londres,
le fue entregado el Principia Mathematica, el famoso libro de Newton.
Ulloa descubrió a Europa la existencia del platino, que terminaría siendo el más caro de los metales preciosos. De regreso a Madrid, Jorge Juan y Antonio de Ulloa escribieron juntos un informe crítico, reservado -secreto-, sobre la realidad de Hispanoamérica.
Ese escrito fue obtenido por Londres tiempo después de que Ulloa y Juan ya estuvieran muertos. Y fue publicado con la intención de enturbiar la imagen de la colonización española. Precisamente, antes de todo aquello, Ulloa como espía industrial, viajó por Francia, Suiza, Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Alemania. Fue un hombre de pensamiento y de acción, convencido -como todos los ilustrados- de que las reformas eran el mejor remedio: eran el medio para conseguir la modernización de España. Su periodo vital se ajusta de principio a fin al siglo XVIII, el Siglo de la Ilustración.