CON JAVIER CANCHO

#HistoriaD: Los disturbios de Stonewall

Esta semana se cumplen 55 años de la revuelta que originó que se celebren las fiestas del orgullo LGTBI en estas fechas. Por esa razón, Javier Cancho nos habla de cómo fue el momento histórico que se vivió en 1969 en un local de Nueva York que acabó considerándose un santuario de los derechos civiles.

Javier Cancho

Madrid |

Los homosexuales no podían trabajar para la administración pública, si salían del armario se les negaba la licencia para ejercer profesiones como la abogacía o la medicina.

En Nueva York, cada año, había millares de arrestados. Eran acosados de tal modo que no tenían derecho ni a un refugio en la oscuridad.

Pero, la gente común es capaz de cosas extraordinarias. Y lo de aquella noche lo fue. En plena oscuridad neoyorkina, el Stonewall era un establecimiento que pertenecía a Tony el Gordo.

Tony era un mafioso de la familia criminal de los genoveses. La mafia era propietaria de la mayoría de los bares gay de la ciudad. Los gestionaban como clubes furtivos porque para esa clientela no había licencia de bebidas alcohólicas. Stonewall era un pozo de hormigón cuyo fondo se llenaba de deseos alrededor de una pista de baile. Los camareros preparaban bebidas con licor barato servido en botellas con etiquetas de marca.

Los mandos policiales decidieron irrumpir en la sala. Aquella noche en Stonewall, la mayoría trataba de saciar su existencia, también había personas que no sabían del todo lo que estaban buscando. Se buscaban a ellos mismos en las tinieblas donde cierta libertad era posible.

En el transcurso de la redada, -frente al local- fue juntándose mucha gente. Los clientes expulsados se quedaron en la calle. La indignación fue contagiándose, el ánimo fue revelándose. Se estaba gestando una actitud, sin eslóganes ni organización. Era motivación, desafío, molestia. No había derecho.

Había personas llorando de alegría, sintiendo que la opresión estaba siendo derrotada por una resistencia colectiva, transformando la resignación en respuesta. La policía acabó refugiada dentro de un bar gay. Con homosexuales y lesbianas fuera, controlando la situación. Invirtiendo la intención de la jefatura de la moralidad.

El levantamiento de Stonewall se prolongaría hasta la noche siguiente y más allá, allanando el camino para que fuera cimentándose el orgullo. Porque los sentimientos también se construyen.

Un acto espontáneo de resistencia fue configurando algo que incumbió a las generaciones posteriores. El movimiento por los derechos de los homosexuales no comenzó aquella noche, pero se revitalizó con lo que allí sucedió. Fue una sublevación frente a la injusticia.

Después, en las semanas que vinieron fueron difundiéndose los primeros mensajes: salgan de las sombras y caminen bajo el sol.

Con orgullo.