Situénse dentro de la película El Resplandor, de Stanley Kubrick. La familia se dirige en coche al hotel Overlook, donde transcurrirían los nefastos acontecimientos de la trama. En pleno viaje, el niño pregunta qué fue la Expedición Donner.
Mientras Jack responde, su rostro traza una sonrisa tenue. La sonrisa como contraste de un episodio real vinculado a lo más oscuro del comportamiento humano en un invierno terrible. La expedición Donner como ingrediente narrativo en la generación de inquietud.
A los pioneros del oeste se les atribuyó coraje e ingenio. Pero la verdad es que muchos vivieron situaciones de miseria y barbarie. Buscando la mejor tierra bajo el cielo de California, encontraron la agonía cientos de colonos moviéndose en caravanas hasta la construcción del ferrocarril.
La expedición Donner comenzó en abril de 1846, partiendo de Springfield, Illinois, rumbo a una nueva vida. Por delante, pensaban, tenían de cuatro a seis meses de marcha sabiendo que habría dificultades y peligros: encontrar pastos para los bueyes, atravesar rutas complejas antes de que se echase encima el invierno, superar enfermedades, repeler ataques de bandidos e indios. Ese era el horizonte.
El camino lo hacían a pie al lado de los carros. Pero, las lluvias enfangaban el suelo, atascando las ruedas de las carretas retrasándoles. El grupo hizo buenos progresos hasta Fort Laramie, al sureste de Wyoming, cubriendo un millar de kilómetros en seis semanas. En Little Sandy River, 87 colonos tomaron una decisión fatídica: seguir un atajo propuesto por un charlatán llamado Lansford Hastings.
La ruta los desvió del camino establecido, a través de las montañas Wasatch y el desierto del Gran Lago Salado, para luego pasar los Montes Ruby y llegar al río Humboldt antes de afrontar lo más difícil: cruzar Sierra Nevada hasta Fort Sutter. Se suponía que el atajo ahorraba medio millar de kilómetros. Pero, cuando llegaron a las estribaciones más duras a finales de octubre, iban retrasados, desmoralizados y algunos casi moribundos.
No muy lejos del paso, una tormenta de nieve apocalíptica cayó sobre ellos. El invierno les retuvo varios meses, mientras tormenta tras tormenta sepultaba sus chozas cada día. Pasaron frío y hambre.
La muerte se había instalado en el campamento. Los que aguantaban, sólo podían comer fallecidos: cocinaban carne y órganos humanos, partían huesos para acceder a la médula, los hervían para obtener grasa. La grasa humana de aquel proceso terrible era un día más de vida. Los relatos describen a niños sentados sobre un tronco, con los rostros manchados de sangre, devorando el hígado medio asado y el corazón del padre mientras alrededor del fuego había cabellos, cráneos y fragmentos de miembros medio consumidos.
Allí estaban las complejas verdades de los seres humanos empujados a los límites absolutos de la existencia. Murieron cuarenta y una personas y sobrevivieron 46. El descubrimiento de oro en California convertiría la expedición Donner en una nota a pie de página en la historia del gran movimiento hacia el Oeste.