El Mercurio informaba de lo ocurrido. El día después de que aquella fecha de 1922, ya se narraron magnitudes de destrucción nunca vistas.
En la localidad de Copiapó el colapso se propagó en menos de un minuto. El hospital, el juzgado, la cárcel…todo quedó destruido. El terremoto desenterró los restos de cadáveres sepultos. Caminar…era pisar escombros. No había suelo vacío.
El río Los Choros, en aquellos tiempos, era un torrente considerable. Aquel río se hundió en las entrañas de la tierra, y a día de hoy no ha vuelto a emerger.
El gran terremoto de Vallenar afectó principalmente a las provincias de Atacama y La Serena. Pero, fue registrado en diversos confines del mundo, en lugares muy alejados. Se detectó en estaciones sismológicas de España, Bélgica, Italia, Grecia, Argelia o Egipto.
El seísmo causó lo que entonces se llamaba un maremoto. La invasión del mar arrasó con una fuerza descomunal numerosas poblaciones de pescadores. Desguazando embarcaciones ligeras, haciéndolas estallar contra las fachadas de los edificios. El ímpetu de los oleajes penetró más allá del kilómetro tierra adentro.
Quedó una desolación silenciosa, brumosa por el polvo en suspensión que deja el paso de la destrucción. El tsunami recorrió gran parte de la cuenca del Océano Pacífico alcanzando las costas del Perú, llegando a California y Hawai, en Estados Unidos. Pero, también tocando las orillas asiáticas de Samoa, Japón, Taiwan o Filipinas. E incluso las costas de Australia y Nueva Zelanda, en Oceanía.
En un terremoto, los edificios se desmoronan por un lado y por otro mientras la gente huye sin rumbo ni sentido. Huye meramente por instinto, con el suelo temblando, con la tierra abriendo abismos por todas partes. Los que corren, de repente, ven sangre en sus brazos sin la conciencia, por el pánico de haber sentido ningún dolor. La supervivencia es una cuestión azarosa.
Dentro de un puñado de meses se cumplirán 20 años del terremoto del océano Índico. Aquel día, hubo un barco que aterrizó en un tejado. Sucedió en la aldea de Lampulo y aquel insólito fenómeno salvó la vida de 59 personas desesperadas.
Estaban en la planta superior del edificio, con el agua hasta el cuello, con sus frentes tocando el techo. Y cuando ya sólo contemplaban minutos de vida, el barco aterrizó sobre el tejado que tenían encima de sus cogotes y 59 personas nadando subieron al barco varado en la azotea del edificio. El barco pesquero que les salvó la vida.