¿Existe alguna relación entre el profesor Rodríguez Braun y los vibradores? Bien, ante una pregunta tan inquietante…podemos decirles que de todas las veces en las que a ustedes les han interpelado de ese modo tan particular, probablemente, la que a continuación van a escuchar podría ser la interpelación más sugerente. Hay vibradores, señora, que mejoran sensiblemente los orgasmos.
Los vibradores han evolucionado tanto que ahora directamente, conectan clítoris y mente porque son succionadores…vibrantes. Créanme si les digo que en el lustroso ámbito de los complementos sexuales se ha llegado a un punto de desarrollo apreciable.
Todo este manantial sensitivo procede de una carambola. Proviene de las indagaciones que a finales del XIX hiciera el doctor Mortimer. Joseph Mortimer fue el tipo que creó el primer vibrador eléctrico. Podríamos decir que hay algo de justicia poética en el hecho de que ese aparato sea resultado de un intento masculino de curar un supuesto mal que se atribuía a lo femenino: la histeria.
Mortimer había aprendido que la mejor forma de tratar la histeria era mediante masajes. Así que mecanizando la antigua práctica del masaje pélvico, tratando de aliviar aquellos sufrimientos femeninos mal diagnosticados, fue como se consiguió que -desde hace 50 años- millones de mujeres hayan llegado solas o en compañía de otros a orgasmos de magnitudes telúricas.
Tratando de controlar eso que se llamaba histeria se usó un método definido como ducha pélvica francesa. Hay documentos médicos del siglo XIX donde se describe lo siguiente: “la primera impresión es dolorosa, pero pronto el efecto de la presión, la percusión, la reacción del organismo al frío, que enrojece la piel, y el restablecimiento del equilibrio provocan -en muchas personas- provocan una sensación tan agradable que es necesario tomar precauciones para que todo ello no supere el tiempo prescrito".
La pregunta es qué pasaba si se superaba el tiempo prescrito. Y esa cuestión a estas alturas de lo que se sabe también es una pregunta retórica.