Era la voz del general Queipo de Llano. Queipo dijo que cualquier desviado que con su actitud insulte el Movimiento recibirá muerte como un perro. Antonio Vallejo-Nájera, el psiquiatra de cabecera del régimen, puso por escrito la llamada higiene de la raza. El mengele de Franco recomendó la esterilización eugenésica de las presas republicanas y los homosexuales. Hubo una persecución feroz, con control, represión y encarcelamiento.
Hubo un Departamento Especial de Homosexuales. Dependía de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias. Con la idea de curarles eran sometidos a descargas eléctricas ante estímulos homosexuales, cesando la tortura cuando la imagen era hetero. Una investigación de la Universidad de Barcelona tuvo acceso a 36 expedientes abiertos durante el franquismo.
María Helena fue detenida en 1968 porque iba vestida como un hombre. Tras su paso por prisión en Barcelona, se la envió a la Junta Provincial de Madrid. Allí se redacta el siguiente informe: "su manifiesta tendencia a la homosexualidad, la hace particularmente peligrosa para convivir con otras jóvenes acogidas, a las que ya ha pretendido seducir en los pocos días que lleva internada. Nuestros servicios de readaptación nos informan de que con ella la de reeducación es imposible". María Helena fue sometida al estudio de un forense llamado Sabater Tomás.
El forense escribió: “desde el punto de vista somático es una mujer de senos pequeños, pero con una conformación normal de su aparato sexual. Creemos que no es un problema cromosómico, sino una desviación psíquica del curso normal de la libido”. En su expediente consta que nunca en su infancia presentó rasgos femeninos, porque “no le gustaban las muñecas ni jugar a cocinitas”. El forense Sabater decide que se interne a María Helena doce meses, con otros dos años alejada de Barcelona y vigilancia al regreso de su destierro.
La madre de Antoni Ruiz le contó a una monja que tenía una pena muy grande porque a su chiquilllo se le veía marica. La monja lo denunció ante la Brigada Criminal. Siendo menor de edad, estuvo tres días en los calabozos, le pasearon por la calle para mostrar lo que podía pasarle a otros como él. Lo mandaron a la cárcel Modelo de Valencia. De allí, a la de Carabanchel y finalmente al presidio de Badajoz. Después de tres cárceles, después haber sido violado con el consentimiento de los guardias, cuando salió, vivió el cautiverio de un apestado social.
La primera vez que fue detenida, La Rampova solo tenía catorce años. En la Modelo, la llevaron al pabellón de “invertidos” menores de edad. Los delincuentes comunes pagaban a los vigilantes para violar a los jóvenes recluidos. A la Rampova la llegaron violar ocho veces en un día. Durante su vida tuvo más relaciones forzadas que consentidas.
Tras la muerte del dictador ni el indulto de 1975 ni la amnistía general de 1976 incluyeron a ninguno de los considerados “peligrosos sociales”.