En su discurso, Benito Mussolini proclamaba que el siglo XX sería la centuria del fascismo. Hace 100 años, Mussolini se dirigía a sus seguidores en una plaza de Nápoles. Ante un gentío de camisas negras, Mussolini pidió que se le entregaran las llaves del gobierno de Italia. Allí, pronunció la frase. Fue el preludio de la marcha sobre Roma.
Mussolini exigía el gobierno, aún siendo el líder de un partido que apenas tenía 35 escaños de los 535 de la Cámara de Diputados. Era un partido con tres años de trayectoria. Sólo tres años. Por tanto, cómo podía alguien con tan escasa representación y experiencia reclamar para sí el ejecutivo italiano. La respuesta está en el caos. En 1922, la situación en Italia era caótica.
Se vivía en el descontento. Había un clamor de furia. Las clases medias habían menguado tanto que sus expectativas no llegaban a cuarto y mitad. La inflación se había puesto salvaje, el desempleo era generalizado. Había disturbios constantes. La sensación de parálisis era cotidiana. Había un riesgo real de enfrentamiento civil. Italia era un país atormentado.
Y Mussolini juró coger por el cuello a la miserable clase política que gobernaba su patria. Prometió aplastar a los comunistas, restablecer la ley y el orden, y acabar con el paro. Sin embargo, Mussolini no participó en la marcha de la penúltima semana de octubre de hace 100 años. No formó parte de la insurrección que él mismo había convocado. De hecho, sólo acudió a Roma cuando la situación era límite.
Mussolini se desplazó en coche cama, desde Milán, después de que en un telegrama el rey Víctor Manuel III, el jefe de estado de una monarquía parlamentaria, le ofreciera el cargo de primer ministro.
Mussolini había ido dando gestualidad al estilo ampuloso que ya había utilizado en el ejercicio del periodismo. Porque Mussolini había sido el director de un periódico político, un diario socialista. Y habiendo tenido una afiliación originariamente socialista, Mussolini acabó fundando un partido de ultraderecha.
Era un demagogo carismático. A pesar de las muecas de afectación con las que enardecía sus discursos, una parte considerable del pueblo italiano le vio como un salvador. Quería que se le mirase como el jefe, como il Duce.
Mussolini tenía las simpatías de muchos oficiales del ejército. Pero, la Marcha sobre Roma no fue un golpe militar. Mussolini llegó al poder por una vía formalmente constitucional. Al inicio, Il Duce gobernó, con el apoyo de una coalición que incluía a grupos moderados. Al principio, aquella coalición dispuso de una amplia mayoría en el parlamento.
A los 39 años, Mussolini era el primer ministro más joven que había tenido Italia. Poco después, la dictadura sin tapujos llegaría entre 1924 y 1925, cuando los fascistas comenzaran a matar a políticos de la oposición.
El auge del fascismo italiano favoreció el ascenso del nazismo en Alemania. Después, como saben, vino la Segunda Guerra Mundial. Como consecuencia de ese conflicto bélico, se calcula que murieron 55 millones de personas en todo el mundo. Hubo 55 millones de cadáveres.
Finalmente, los nazis y los fascistas fueron derrotados. Benito Mussolini fue fusilado junto a su amante, Clara Petacci. Un grupo de partisanos los detuvo cuando huían a Suiza. Lo fusilaron el 28 de abril de 1945, durante los últimos días de la guerra en Europa.