Émile Zola ya describía a principios de 1880 un París donde los establecimientos de varias plantas se comían a las tiendas de toda la vida. En España, tardó en ocurrir. El comercio minorista seguía regido por el regateo. El gran cambio llegó con Galerías Preciados, el negocio que Pepín Fernández se trajo de Cuba.
Pepín fue el quinto hijo de Manuel el del Rellán, y de María la del Benitón, ambos regentaban una tienda diminuta en una aldea de Asturias. Se llamaba La Chabola. Pepín emigró a América en 1908. Regresó en 1934. En La Habana trabajó con su primo en los Almacenes el Encanto, su primo hermano era César Rodríguez, quien más tarde fundaría el Corte Inglés.
Fue César Rodríguez quien propuso a su primo abrir un negocio propio en el centro de Madrid. Pepín empezaría con apenas seis empleados, y con la idea de montar algo más grande. En Cuba había visto cómo un sólo edificio de varias plantas recibía compradores diversos. El cliente recibía un trato cordial y personalizado. Pepín quería hacerse con toda la manzana formada por la plaza del Callao, la calle Preciados, la calle del Carmen y la calle Rompelanzas. Fue comprando todos los negocios que allí había. Incluido el Corte Inglés, una sastrería situada en el sótano de uno de esos edificios, propiedad de su primo César Rodríguez y gestionada por su sobrino Ramón Areces. Areces terminaría teniendo un función crucial en el final de Galerías Preciados.
La antigua sastrería también optó por el modelo de los grandes almacenes. Y así, dos familias emparentadas, con un pasado de colaboración, terminaron enfrentadas en la misma acera del centro de Madrid, enfrentadas primero por el recelo, después por el mismo negocio: locales de cinco plantas y estructura de ventas departamental.
A finales de la década de los 60, Pepín ya tenía casi 40 establecimientos y 10.000 empleados. Pero, la presión de El Corte Inglés le llevó a pedir créditos y avales. Hubo una competencia feroz que también favoreció el escaparatismo a gran escala, el aire acondicionado o las rebajas.
Pepín no tuvo una estrategia a largo plazo. Optó por poner los precios más bajos, ahogando sus márgenes. El negocio se fue a pique. Y después de pasar por varias manos, incluidas las de Ruiz Mateos, la última mano la jugó Ramón Areces, el sobrino de César Rodríguez. En 1995 el Corte Inglés compró lo que quedaba de una depreciada Galerías Preciados. En los negocios se dice que la empresa familiar evoluciona cuando evoluciona la familia.