Detrás de ese minuciosísimo tratado estuvo un médico nazi llamado Eduard Pernkopf. El libro es precisión y detalle, lo es incluso ahora. En un tiempo de imágenes de vanguardia, determinados cirujanos encuentran inigualables las ilustraciones de ese libro. Sobre todo, los especialistas en cirugía de nervios periféricos. Porque las imágenes de alta resolución, en esa disciplina, tienen un uso limitado.
Estamos hablando de un libro cuyas primeras ediciones iban decoradas con esvásticas y relámpagos de las SS. Los cadáveres que se usaron para la elaboración del Atlas eran prisioneros ejecutados, cuyos cuerpos se enviaron a la Universidad de Viena, donde Penrkopf trabajaba.
Por los juicios de Nuremberg, desfilaron 23 médicos nazis. Penrkopf, sólo pasó tres años en un campo de prisiones. Ni siquiera fue acusado de crímenes de guerra.
Media centuria después, en 2002, se vivía con apogeo la segunda intifada palestina.
Hace 20 años, Dvir, un adolescente judío, estaba en un viaje de recolección de cerezas al sur de Cisjordania. De repente pisó una mina palestina. Cuando abrió los ojos, caían grumos de tierra, percibió un intenso olor a quemado y a pólvora, mientras un dolor insoportable le atravesaba el organismo.
Durante varios lustros, cada día de su vida, Dvir sintió como si uno de sus pies estuviera permanentemente en llamas. Había ratos insoportables de suplicio. Hasta que en 2019, un médico de Jerusalén le ofreció esperanza.
El doctor Madi el-Haj explicó a su paciente que para guiarse por las intrincadas vías nerviosas usaría un atlas anatómico elaborado por los nazis. La madre de Dvir perdió a varios familiares en los campos exterminio. El médico aclaró a la familia que podía operar sin el manual, pero resultaría más difícil.
Aprovechar el conocimiento derivado de la experimentación con cadáveres de prisioneros nazis planteaba un dilema ético. Pero, la madre de Dvir dijo que su hijo merecía calidad de vida. Su pie no toleraba el peso de una sábana. En determinadas situaciones, la desesperación por dolor puede hacer más llevadero el peso de la Historia que el de un pañuelo.
El doctor Madi el-Haj era palestino, procedente de Galilea. Quiso estudiar cirugía microvascular para ayudar a su padre que quedó con un brazo y una mano paralizados en un accidente laboral. Madi el-Haj encontró dentro del pie de Dvir un diminuto collar de metralla alrededor de un nervio. Localizó las ramificaciones que causaban el dolor y las intervino, aliviando para siempre un sufrimiento constante.
Fue así como un cirujano palestino, con un tratado anatómico nazi curó a un paciente judío.