Están a punto de cumplirse 75 años del asesinato de Mahatma Gandhi. Le mataron con tres disparos a quemarropa. Sin que se haya disipado todavía la sospecha de participación directa o indirecta del partido que hoy gobierna en la India.
No hubo nadie más influyente que él pidiendo procesos pacíficos para lograr grandes cambios. Cambios que mejorarán las situación de las personas. En ese aspecto, dicen los historiadores que no hubo nadie tan determinante en todo el siglo XX, ni lo ha habido en lo que llevamos de este nuevo milenio.
El gran hombre de la paz fue asesinado de un modo violento; cuando había conseguido que llegaran a fraternizar planteamientos muy discordantes. Sostuvo lo más parecido que hubo a la unidad en un lugar de fuerzas turbulentas, donde ya entonces había 300 millones de habitantes.
La pistola que mató a Gandhi era de fabricación europea. La primera bala le atravesó el pecho, las otras dos le destrozaron el abdomen. Tras los impactos, se inclinó hacia delante, dio algunos pasos precipitados, hasta que sucumbió. La agonía duró 25 minutos.
Aquella misma noche del asesinato, el primer ministro de la india, con voz entrecortada por la emoción, hizo un llamamiento en u discurso de radio en el que reclamó un enfoque sensato del futuro. Merhu pidió que el camino de la India se apartara de la violencia en memoria del gran pacificador. La luz se ha ido de nuestras vidas, y hay tinieblas porque todas partes, advirtió aquella noche el primer ministro.
Al día siguiente del crimen, la crónica de Robert Trumbull para el New York Times, relataba que el asesinó fue capturado por un tipo llamado Tom Reiner, un vicecónsul adjunto a la Embajada de los Estados Unidos. El Sr. Reiner, escribió el corresponsal, agarró al agresor y lo empujó hacia varios guardias.
El tipo que disparó se llamada Nathuram Godse. 75 años después. la figura del asesino, a día de hoy, es reverenciada por el sector más radical del nacionalismo hindú. Cuando mataron a Gandhi, la India era ya un país independiente del Reino Unido, pero su territorio se había partido en dos naciones, India y Pakistán. Aquella división se hizo principalmente por motivaciones religiosas. La religión y el nacionalismo: el mismo magma de casi siempre. Aquél fue un tiempo de masacres constantes entre hindúes y musulmanes, carnicerías vaticinadas por Gandhi. Él había insistido en que una India independiente debía ser secular. Su planteamiento conciliador era muy cuestionado por los extremistas de su propia confesión religiosa.
Los más fanáticos acusaban a Gandhi de favorecer a los musulmanes y de ser un blandengue con Pakistán. Hoy, 75 años después, el primer ministro de la india es nacionalista, casi tanto como el tipo que mató a Mahatma Gandhi. De hecho, el asesino perteneció al partido que hoy gobierna en India