El astrónomo polaco Nicolás Copérnico publicó un libro en el año 1543. Un libro en el que se le contaba al mundo que la Tierra no era el centro del Universo. Copérnico revelaba que sólo somos un planeta más, orbitando alrededor del Sol. La mirada de aquel astrónomo contribuyó de un modo esencial a cambiar la visión del ser humano respecto a su posición en el universo.
Lo que estamos escuchando es el sonido recogido cerca de la órbita Júpiter. El sonido en el espacio se mueve en ondas electromagnéticas invisibles que tampoco puede percibir el oído humano. Aunque estén ahí.
Aquí, casi quinientos años después de Copérnico, quizá, haya llegado el momento de preguntarse cuál es el lugar de los seres humanos en el planeta Tierra. Al respecto de esa cuestión, escribe en el New York Times Jorge Carrión contando que la historia del universo, la magnitud de las constelaciones o el nacimiento y la muerte de las estrellas nos insertan en un espacio y un tiempo en los que no somos prácticamente nada. Claro, todo es muy relativo tratándose del Universo, pero es cierto que parecemos una insignificancia si miramos el firmamento. Y sin embargo, aquí en la Tierra, lejos del cielo, aquí, nos creemos los reyes del mundo.
Decía Donald Trump que la falta de ley de su frontera en el sur es una amenaza para la seguridad y el bienestar financiero de todos los estadounidenses. Esto lo decía Trump hace exactamente un año. Un año después, la amenaza no parece que sean los desdichados mexicanos que tratan de alcanzar Estados Unidos. La amenaza real es invisible, es vírica y es inmune a las fronteras humanas. La plaga ha llegado ya a todos los confines del planeta.
Los seres humanos hemos creado una percepción de la realidad a partir de nuestro campo visual, cuando lo más probable es que las primeras bacterias, las que crearon la vida, estuvieran a gran profundidad. Las semillas primigenias estaban por debajo de la tierra y del agua. Estuvieron muy adentro del subsuelo. Con cada nuevo descubrimiento subterráneo se hace más evidente que el estatus de los humanos en la tierra es más frágil y es mucho menos central de lo que pensábamos. No somos el centro del planeta Tierra.
Cuando Will Hunt tenía dieciséis años, descubrió un túnel abandonado que pasaba por debajo de su casa en Providence, en Rhode Island. Sus primeras incursiones le inspiraron una incesante fascinación por la exploración de los mundos subterráneos. Porque, como recuerda David Wolfe, existe un territorio inexplorado del universo, una zona desconocida que sin embargo está al alcance de nuestra mano. Sólo vemos, sólo conocemos, una parte ínfima de la vida en la Tierra. La mayor parte de los seres vivos habitan bajo nuestros pies. El aire, las plantas, la agricultura, el agua que bebemos, lo que comemos, la ciencia, la industria, la medicina, incluso la exploración del espacio, todo…todo depende del subsuelo. Subterráneo y El Subsuelo son libros que podéis encontrar en PlanetadeLibros para no morir ni de de aburrimiento.