CON JUAN CARLOS VÉLEZ

La historia de Yara, una estudiante que permaneció sentada haciendo un examen durante un bombardeo

Hace unos días, en estos días de trayectorias académicas discutidas, conocí la historia de Yara. Era una historia que no podía dejar pasar.

ondacero.es

Madrid |

Tiene 28 años, llegó hace tres al Reino Unido con la carrera de Farmacia. Primero obtuvo una beca para hacer un máster aquí y, al terminar, la Universidad de East Anglia, en Norwich, premió a Yara con otra beca para hacer un doctorado en investigación del cáncer.

"Trato de estudiar -explica- los factores que pueden llevar a las células a desarrollar cáncer, un tumor, desde la forma primaria a la metástasis. Y espero que pueda culminar estos estudios con algo que verdaderamente contribuya a la ciencia, un fármaco que pueda evitar que el cáncer se expanda".

Entiendo que no parece haber nada extraordinario hasta el momento. Pero te diré que Yara no es su verdadero nombre. Se ha modificado para preservar su intimidad. Aunque sí tiene 28 años y realiza ese doctorado. Yara llegó hace 3 años, sí. Desde Aleppo, en Siria.

Un día, mientras ella y sus compañeros estaban haciendo un examen de farmacia, el edifico de su universidad fue alcanzado por una bomba. Los cristales del aula saltaron por los aires hiriendo a algunos de sus amigos.

Yara decidió permanecer sentada pese al caos que se había instalado alrededor. No quería perder el examen porque eso retrasaría su objetivo de obtener su graduado, su oportunidad de marcharse de allí. Si quería hacer algo en el futuro, tenía que sobrevivir esta vez, superar aquello.

Terminó el examen, pero fue una pesadilla. Como la escena en el exterior. "Daba miedo ver la escena y lo que lo hacía más difícil, verme a mi misma en aquel lugar", ambulancias, heridos, muertos, polvo, ruinas, sangre. Es el recuerdo que quedó instalado en su memoria. El pago adelantado de un billete sólo ida.

La Fundación Asfari le brindó la oportunidad, en forma de beca, de estudiar en Reino Unido. Cuando llegó, la adaptación no fue fácil. Sentarse en clase, actuar con normalidad, pero sobre todo no tener que preocuparse de que caigan bombas en el exterior, fue un shock al principio. Sus sentidos se habían acostumbrado a permanecer en alerta y ahora podía concentrarse en sus estudios sin estas distracciones.

Yara no es su nombre real, pero su historia sí, como la de muchos otros que encontraron en los estudios una salida. Es el testimonio de la importancia de la educación para repartir esperanzas entre los jóvenes que sobreviven en zonas de conflicto.