Historia de los que vuelan viendo lo que no podemos mirar
¿Saben ustedes qué son los troquilinos? Es posible que se hagan una idea aproximada o incluso precisa si les digo que también se los conoce como picaflores, chuparrosas, tucusitos, pájaros mosca, ermitaños o quindes.
Los troquilinos, también llamados colibríes, ven colores que los humanos ni siquiera podemos percibir. Para encontrar comida o pareja, pero -sobre todo- para escabullirse de los depredadores, las aves dependen de su visión, dependen de su capacidad para distinguir los colores.
Científicos de varias universidades estadounidenses liderados por la de Princeton acaban de demostrar que los colibríes ven incluso los colores que no se ven, los que están fuera del espectro electromagnético. En comparación con los pájaros, los humanos somos mermadamente daltónicos. En las retinas hay un tipo de células fotosensibles que se llaman conos, y son los responsables de la agudeza visual y de la diferenciación de colores. Los humanos tenemos tres tipos de conos sensibles al rojo, al verde y al azul, lo que nos permite apreciar los colores visibles del espectro electromagnético y uno que está fuera de ese espectro, el púrpura.
Sin embargo, las aves, tienen cuatro conos en la retina, los tres que tenemos nosotros y un cuarto que es sensible a la luz ultravioleta que les permite mirar todo un rango de colores fuera del espectro. Para los humanos, el púrpura es el ejemplo más claro de color no espectral: técnicamente no está en el arcoiris, pero surge cuando sólo se estimulan nuestros conos azules y rojos. Y mientras que los humanos sólo vemos el púrpura como color no espectral, los colibríes pueden ver decenas de combinaciones de colores no espectrales. Para comprobarlo, los científicos han utilizado luces led específicamente diseñadas para colibríes y fuentes de agua con azúcar.
Porque nada gusta más a los colibríes que el agua con azúcar. Lo que van a a escuchar a continuación en Más de Uno es el revoloteo de 29 colibríes alrededor de una pila de agua con azúcar. Presten atención al zumbido de sus alas.
El colibrí es capaz hacer 75 aleteos por segundo. Pueden volar en cualquier dirección por la rotación de 180 grados de sus alas. Los colibríes son un alarde de la evolución natural.
Es posible que el ser humano no consiga nunca crear un robot con las prestaciones en el aire que tienen los troquilinos. Ningún otro vertebrado volador puede quedar suspendido en un lugar tan concreto del aire…de ese modo: sin parecer que se mueva. El corazón de los colibríes bombea sangre a más de 1200 latidos por minuto, es el récord absoluto en frecuencia cardíaca de todos los vertebrados.
Toda esa energía utilizada por los colibríes requiere de necesidades metabólicas enormes. Necesitan alimentarse constantemente para mantenerse en el aire con esa energía. Por lo que -en condiciones normales literalmente- se morirían de hambre durante el sueño, porque no podrían aguantar más de una hora sin alimentarse. Los colibríes viven a una hora de la muerte. Pero, son capaces de llegar a un estado de letargo durante la noche en el que baja su temperatura, ralentizan su corazón y sus riñones dejan de funcionar para evitar la muerte por deshidratación. Sólo de esa manera sobreviven al intervalo inevitable de ayuno. Los colibríes son animales formidables. Pero lo más fascinante de todo es que la decisión de que vuelen con ese virtuosismo no la tomaron ellos.
Esa decisión la tomaron las plantas. Desde la perspectiva de la estrategia evolutiva las plantas son las verdaderas escultoras de la portentosa anatomía y fisiología del colibrí. Porque sólo volando así se puede llegar al néctar más inaccesible de las flores.