Historia de Nueva York, y de un tipo llamado Robert Moses
No está Nueva York para visitas en este momento. Pero, si algún día van o vuelven por allí, deben saber que mucho de lo que vean y les impresione fue idea de alguien llamado Robert Moses.
El poderoso, le llamaban. Robert Moses vivió entre la 46 y la Quinta Avenida. Su familia pertenecía a la alta burguesía. Pero, él se doctoró en filosofía en la Universidad de Columbia, aunque nunca ejerció. Más que pensar, se dedicó a imaginar. Y él fue el primero que imaginó un puente que conectase Manhattan con New Jersey. Tenía buenas ideas. Pero, al principio de su vida, en una época incipiente para los grandes negocios, las buenas ideas debían resultar convenientes para los que mandaban. Y quienes mandaban eran los Vanderbilt, los JP Morgan, o los Frick. Costaría encontrar una época en la que no haya existido la doble moral. Pero, en aquellos años de la segunda década del siglo XX, en la alta sociedad neoyorkina, había una doble moral con mucha doblez. Había fiestas alcohólicas, a pesar de la prohibición. Fiestas como las que organizaba Gatsby.
El gran Gatsby no existió -como tal- más allá de la literatura. Es un personaje de Scott Fitzgerald. Pero es un personaje que proyecta la descripción de toda una década en la sociedad más luminosa del mundo. Fue la década que comenzaba hace ahora cien años. Es la historia de la clase alta en Long Island, en los años 20. Ya saben, aquella fue la edad de oro del exceso antes de la Depresión.
Nosotros, ahora, cien años después, viniendo como ya veníamos de una depresión hemos llegado a una crisis vírica excesiva que ha convertido en fiesta poder salir al balcón. Cuando en Nueva York, entonces, la fiestas del lujo empalmaban una noche con la siguiente. Fue una década que terminó con una frase legendaria de Fitzgerald: "Seguimos adelante, somos como botes contra la corriente, empujados constantemente hacia el pasado".
Lo que estamos escuchando es un sonido del pasado que se grabó hace justo cien años. Es el sonido de la ciudad de Nueva York, en una de sus fiestas de entonces. Es el tiempo que queremos contarles a través de la historia de alguien que sí existió: un tipo llamado Robert Moses.
Esta es la voz de Robert Moses explicando en televisión sus planes urbanísticos para Nueva York. Fue el jefe del urbanismo neoyorkino durante 44 años.
Al principio, costó que le hicieran caso; después ni siquiera el empeño del presidente Franklin Delano Roosevelt fue suficiente para apartarlo. Sin Moses, las Torres Gemelas no se habrían construido. Tuvo mucho poder, y lo tuvo sin haber sido elegido para ninguno de los 14 cargos públicos que desempeñó. Siempre fue designado. Lo consiguió porque supo construirse una imagen de especialista técnico. Moses empezó su carrera como urbanista rodeándose de un equipo brillante. Elegía a las personas por su capacidad de trabajo, no por su origen ni sus conexiones.
Se rebeló contra las élites neoyorkinas. Siendo urbanista, tuvo alma de inventor. Pero 44 años son muchos más que demasiados para detentar el poder. Y resultó que el joven idealista, entregado a la causa del bien público, se fue convirtiendo con los lustros en un déspota, fue convirtiéndose en alguien que no aceptaba otro punto de vista distinto del suyo. Por ejemplo, Moses no era partidario del transporte público en Nueva York. Y al final después de varias polémicas y algunos descarados favores a sus amigos, su carisma se fue debilitando hasta que finalmente fue forzado a dimitir cuando iba camino de los 80 años. Fue un ser humano contradictorio. La pregunta es ¿hay que alguno que no lo sea? La certeza está en que estuvo demasiado tiempo mandando. Pero Nueva York es Nueva York en una parte muy considerable por las decisiones que tomó un tipo llamado Robert Moses.