Historia de los secretos de las profundidades
Los nuevos medicamentos llegarán de las profundidades oceánicas. En la ciencia, se tiene la creencia de que entre lo que esconden los fondos marinos hay moléculas con las que se podría llegar a curar el cáncer.
Es un hecho que podemos explicar mejor el espacio exterior que nuestro mundo interior, al menos, podemos explicar con detalle las áreas sobre las que puede proyectarse la tecnología astrofísica…podemos explicar mejor esa parte del espacio que la mayor parte de lo más extenso que tenemos en este planeta. Porque el 95 por ciento de las profundidades oceánicas siguen siendo lugares inexplorados. Alguna vez lo hemos mencionado: ahí abajo viven criaturas que los ojos humanos no han contemplado jamás.
Nuevamente se revela oportuna la sabiduría socrática sobre las limitaciones de nuestro conocimiento. El telescopio Hubble o las ondas gravitacionales pueden darnos una idea de ubicaciones lejanas y tiempos remotos, pero sólo como aproximación. En realidad, exactamente no sabemos qué hay ahí fuera, que esconce la materia oscura, al igual que desconocemos casi todo lo que se oculta bajo la superficie del océano.
El sonido que estamos escuchando en este momento es el de las olas meciéndose en una playa de Tasmania. Es un lugar que queda allá por el paralelo 40. Y allí se puede respirar uno de los aires más limpios del mundo gracias a la brisa del océano Índico. El sonido que oyen se grabó en esa playa que tiene un horizonte inmenso donde la única línea que se ve…marca la separación entre dos tonos de azul, entre el cielo y al agua. Y trazándose una vertical a esa línea lejana, en las profundidades marinas se esconde otro horizonte. Uno que es tan invisible como enigmático.
Este otro sonido es una grabación hecha por la NOAA, por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos. La grabación se hizo en el interior oceánico de la Fosa de las Marianas, en el Pacífico Occidental.
Hay una urgencia de nuevos fármacos. Fíjense en el siguiente dato: el problema de la resistencia a los antibióticos causa al año unas 700.000 muertes en todo el mundo. Es posible que la pandemia vaya a causar en este 2020 una cifra análoga. La comparación es inevitable: si con el virus se han tomado medidas excepcionales, excepcional debería ser la búsqueda de nuevos tratamientos. Y esa búsqueda ha de hacerse en las profundidad marinas. Pensemos en que la penicilina se descubre en 1928 en microorganismos que estaban en el suelo. Casi todos los fármacos son de aquí arriba: la aspirina, por ejemplo, procede del sauce blanco.
En el lecho marino hay otras moléculas de gran interés biológico y con unas potencialidades superiores. Sin embargo, siendo la biodiversidad de los océanos mucho mayor que la de los ecosistemas terrestres, la bioprospección es todavía muy incipiente. Aún sabiéndose que las algas o las esponjas marinas, por ejemplo, son los organismos que más moléculas generan para defenderse. Moléculas sobre las que hay una enorme expectativa. Como ni las algas ni las esponjas se pueden desplazar, desarrollan un mecanismo para no ser devoradas que consiste en la continua producción de esas sustancias que se han ido acumulado durante millones de años, formando estructuras químicas originales, exclusivas, y sin réplica en la superficie terrestre.
Y a pesar de esa certeza, sólo se ha sondeado el 1 por ciento de los fondos oceánicos. Dediquemos unos segundos a la trabectidina, que es el primer antitumoral del mundo procedente del mar. Se usa para el sarcoma de tejidos blandos y para el cáncer de ovario. Todo lo que les hemos contado se resume en una proporción: en ese horizonte marino, que ante mencionaba, en ese horizonte marino hay cien millones de veces más células que las estrellas que contiene el universo.