Historia del sesgo de supervivencia
Las matemáticas son la ciencia más abstracta siendo al mismo tiempo la más precisa.
Con las matemáticas puede llegar a suceder lo más asombroso. Puede ocurrir que algo que resulte paradójico, algo que no podamos comprender plenamente, que incluso no sepamos qué significa en toda su dimensión, pueda- sin embargo- como incógnita llegar a ser resuelta, demostrada, constatándose que debe ser verdad aunque no sepamos qué es exactamente. Es posible que lo más fabuloso que haya sucedido en este planeta en los últimos 300.000 años, desde la aparición del homo sapiens, resida en el hecho de que la matemática, habiendo sido creada por la mente humana, logre describir la naturaleza con tanta precisión.
Esta es la historia del matemático húngaro Abraham Wald. Wald era experto en análisis estadístico, geometría y teoría de la decisión. En 1931 se doctoró en Matemáticas por la Universidad de Viena. Era un tipo muy brillante; pero, siendo judío, fue apartado. En 1938, temiendo por su vida, emigró a Estados Unidos. Un día, en pleno transcurrir de la Segunda Guerra Mundial, llamaron a la puerta de su casa, cuando abrió, vio a dos tipos vestidos con traje y corbata. Le dijeron que eran del ministerio de Defensa. Y le contaron que precisaban de sus conocimientos.
Los militares estadounidenses mapearon los agujeros de bala en los aviones que fueron alcanzados por el fuego enemigo de la Luftwaffe, por los disparos de la fuerza aérea de la Alemania nazi. Trataban de obtener conclusiones para fortalecer los aviones en las áreas donde resultaran más vulnerables. Se trataba de blindar determinadas zonas estratégicamente elegidas para que los aparatos no perdieran maniobrabilidad en el aire en el momento del combate. De modo que hicieron un promedio estadístico señalando con puntos rojos en un plano de un avión los lugares exactos donde más impactos causaba la artillería.
Los militares propusieron varias alternativas de refuerzo para los aviones. Creían saber dónde se recibían más impactos. Sin embargo, el matemático Wald les dijo que el gráfico que habían hecho debían interpretarlo justo al revés de como lo habían hecho.
El estudio de Defensa sólo había tomado en consideración la muestra de aviones que habían sobrevivido a las misiones de combate, obviando lo que había pasado con los aviones derribados, con los que no habían regresado. Resultando que los agujeros del fuselaje eran las zonas en las que los aviones podían permitirse recibir impactos y aun así regresar a salvo a la base, mientras que los espacios que no estaban señaladas con puntos rojos en el gráfico eran precisamente las zonas críticas, las que debían ser reforzadas. Es decir, lo letal era lo que no estaba siendo observado.
Wald afinó lo que se llama el análisis secuencial del fenómeno conocido como el sesgo de supervivencia. La generalización a partir de observaciones sesgadas distorsiona la percepción de la realidad. Ese sesgo está en muchas partes. Está, por ejemplo, en la profusión de noticias. Ahora mismo hay millones de personas compartiendo noticias. Sucediendo que las noticias que se toman como tal no suelen ser buenas. Transmitiéndose la errónea sensación de que la humanidad no deja de empeorar. Por cierto Abraham Wald murió en un accidente de avión al sur de la India a donde había ido a impartir una serie de conferencias sobre cómo se salvó la vida a centenares de pilotos en la última fase de la Segunda Guerra Mundial.