CON JAVIER CANCHO

Historia de las vacas que sabían nadar

Tres vacas estaban tranquilamente pastando en una isla. ¿Cómo pudieron aparecer, minutos después, en otra isla?

Javier Cancho

Madrid | 20.11.2019 11:30

El huracán Dorian irrumpió a principios de septiembre por la costa de Carolina del Norte, en Estados Unidos. Los bramidos del huracán sólo fueron un aviso del caos que se acercaba. Un ganadero perdió a todos sus animales.

Aquello fue una vorágine en la que no pudo hacer casi nada. Unas horas antes, las vacas pastaban plácidamente; unas horas después, todo había desaparecido. Sólo quedaba barro y ausencia. La granja había sido volteada, como la mayor parte de lo que había en pie en la isla de Cedar, en ese rincón de la costa este del continente norteamericano.

En aquel momento de devastación, el ganadero comprendió que un día de preocupación es mucho más agotador que un día de trabajo. Pero, a veces la preocupación se va con la impresión de un hallazgo. Y el hallazgo fue que tres de las vacas de aquel ganadero aparecieron vivas y coleando, con sus colas espantando moscas, en otra isla distinta a la isla en la que que estaban el día en el que el huracán se las llevó. Aquellas tres vacas habían aparecido a ocho kilómetros de distancia, pero con un mar en medio.

La única explicación posible es que el pasado 6 de septiembre las vacas fueran arrastradas hacia el mar por la marejada causada por el fenómeno atmosférico. Fue en aquel momento cuando las vacas se pusieron a nadar recorriendo esos 8 kilómetros hasta llegar a otra isla en los Outer Banks de Carolina del Norte. Una comarca que es una cadena de islotes separados del continente. La primera vaca reaparecida fue descubierta un mes después de la gran tormenta, mientras que las otras dos fueron halladas hace sólo quince días, casi dos meses después del impacto del huracán. Las vacas tuvieron la fortuna de no ser arrastradas al Atlántico como sucedió con los otros animales de la granja.

Pero más allá de haber dado esquinazo a una muerte segura en el océano, su supervivencia recuerda una evidencia: a pesar de su morfología, de su volumen y de su peso...las vacas saben nadar. De hecho, la mayoría de los mamíferos puede desenvolverse en el agua, incluso los gatos que odian mojarse o los camellos que viven en el desierto. Puede parecer un requiebro de la naturaleza, pero resulta que los camellos también nadan.

Todos los animales fueron, en el origen, criaturas acuáticas. Algunos mantuvieron la habilidad de nadar, otros la desarrollaron después de haberla perdido. Si lo pensamos, los movimientos que se necesitan para sostenerse en el agua no son tan diferentes de los que hacemos para caminar. Por eso, muchos mamíferos pueden nadar. Pero, además, en el caso de las vacas sucede que tienen una cantidad considerable de grasa corporal, que las facilita mantenerse a flote. Sólo en ocasiones, puede decirse que la grasa es la vida.