El sonido de las dunas en ese desierto parece tener la resonancia de los ecos del trombón bajo un cielo protector.
Postergar un instante es asumir el riesgo de perderlo para siempre. Porque la vida no se detiene y todo cambia. Una prueba es el desierto del Sáhara. Lo que hoy es árido e inhóspito fueron praderas frondosas, fue lugar de cazadores y recolectores. El Sáhara era verde hace algo más de cinco milenios. Hay estudios donde se asegura que el desierto se parecía a lo que hoy es el Serengueti. En el Sáhara se han encontrado fósiles de grandes animales como cocodrilos, elefantes o hipopótamos. Los hallazgos de arte rupestre muestran representaciones de jirafas. Son dibujos que no sólo resistieron el paso del tiempo, también lo retuvieron. Los tuaregs dicen que la pigmentación rupestre contiene la verdadera historia del gran desierto.
Los tuaregs lamentan la paz rota en Libia. Añoran la libertad de los tiempos primitivos.
Año 1850, el explorador Heinrich Barth cruza el Sahara, viajando de Trípoli a Tombuctú. En aquel recorrido, fue encontrando grabados de elefantes, leones, antílopes, avestruces o gacelas. En 1954, una expedición italiana descubrió una gran colección de dibujos de animales y figuras femeninas en los refugios rocosos de un lugar llamado Wadi el Kel, a 500 kilómetros al sur de Trípoli. Han sido numerosos hallazgos. Porque el Sahara contiene la mayor colección de arte rupestre de todo el mundo. Estamos hablando de unos 100.000 lugares distintos. Y cada uno de esos enclaves cuentan historias de cómo fue la vida en el pasado, cuando el Sáhara era verde.
El desierto sigue conteniendo secretos. Hay estudiosos preocupados por las técnicas obsoletas utilizadas en el siglo pasado para fechar los grabados prehistóricos. Hay quien considera necesario volver a los albores de los tiempos para tener más certeza sobre cuándo se hicieron aquellos trazos. Sin que esté claro todavía cuándo la vegetación se convirtió en polvo. Cuándo y por qué las praderas pasaron a ser desierto.