No seré yo quien descubra a estas harturas que, de un tiempo a esta parte, todo el mundo anda, más bien corre, muy exaltado, muy nervioso, muy fuera de sí, muy dentro de no.
No sería descabellado decir que las autoridades sanitarias deberían ir pensando en programar un calendario de vacunación contra la rabia con varias dosis. Odiar es ya una forma de vida y la primera ocupación de los españoles según el PIS.
"Odia que algo queda", parecen predicar algunos, odia sin medida, sin motivo, sin cerebro, sin ambages, odia sin mediar silencio, sin venir a cuento, sin que salga a cuenta, odia sin querer… odia pro nobis.
Son los peores, los que se odian a ellos mismos y a todos los que no son ellos. Odiadores violentos. Mala gente. Mala baba. Mala mente.
Las redes sociales son el principal campo de batalla, pero ese odio se ha trasladado también a la calle
Hoy está mal hasta lo que está bien. Casi nadie pierde la oportunidad, llegado el caso, de meterle un rejonazo al respetable, respetable que al parecer hace tiempo que dejó de serlo.
Los haters (odiadores, para los negacionistas de Twitter) florecen como moscas y el ambiente está más enrarecido que los aseos públicos de una estación de autobuses. Las redes sociales son el principal campo de batalla de esto que cuento, pero poco a poco ese odio se ha ido trasladando también a la puñetera calle.
Hoy te cruzas con alguien en el portal, le das los buenos días y no solo no te los devuelve, sino que te hace un rosario con las diez letras. El rosario la Aurora, concretamente. Que fue un rosario de muy poco postín.