El mandamiento de esta semana lleva por título: No nos ofusquemos. O, como dice el meme, vamo a calmarno.
Viendo a los acalorados miembros de la “revolución de las sonrisas” encolerizados, enrabietados, este domingo en la Diada, llamando a gritos traidor a Oriol Junqueras, que no sabía dónde meterse, me queda claro que en la política catalana, y en general en la española, lo que cunde no es la polarización, como dicen los politólogos: lo que cunde es el energumenismo.
Como sabéis, reza el tópico filósofico que de la discusión surge la luz. Por eso Platón, el más grande filósofo, vertió sus enseñanzas en diálogos. Claro que muchas familias catalanas podrían objetar a Platón que no resulta fácil dialogar de ciertos temas.
Yo sospecho que hemos abandonado la caverna de Platón para acabar en la taberna de Platón. Hay un secundario estelar en Fortunata y Jacinta, el clásico de Galdós, que es un energúmeno y un borrachín llamado José Izquierdo al que, en gracia a lo caricaturesco, los parroquianos motejan con el marbete de “Platón”, porque tiene la costumbre de comer en un plato muy grande.
Bueno, pues este hombre, al que no cabe confundir con el filósofo antes citado, exigía, al vapor de los efluvios etílicos, hacer un racimo de horca con las cabezas de Castelar y Pi i Margall, “¡por moderaos, por moderaos!”.
Y, qué queréis que os diga, todo indica que su voz ha salido finalmente de la taberna, como el sabio de la cueva, pues se oye por doquier.
Obvio que era que el abandono del unilateralismo por parte de Esquerra levantaría sarpullidos. Lo cierto es que para el profeta que esgrime el palo y para el acólito que blande la antorcha, todo pragmatismo es sospechoso y toda moderación, relativismo y equidistancia. Cuando uno va por la vida a bayoneta calada, solo se encuentra tibios.
Conclusión...
Cuando la trinchera ideológica se agiganta, se exagera la adhesión a la causa. Y hoy más que nunca, la sonora fe del energúmeno, por decirlo con el verso de Jorge Guillén, irrita el oído con injusto atropello. Muy bien, pues hagámosle oídos sordos y no nos ofusquemos.