Ya sabemos que los expertos en tecnología hablan mucho de la economía de la atención, pero tal y como ha explicado recientemente el ensayista británico William Davis en la London Review of books, habría que hablar más bien de la economía de la reacción. Estamos obsesionados con las reacción. Por ejemplo, nos peinamos y nos maquillamos antes de sacarnos una foto en la playa porque buscamos una reacción de nuestros seguidores en Instagram; el cocinero prepara muy preocupado y muy acoquinado el guiso pensando en la reacción negativa en forma de reseña de internet que le va a dejar el tiquismiquis de la mesa ocho.
¿A santo de qué esta obsesión con las reacciones? Yo no sé si sabes que en internet hay un auténtico boom de vídeos de reacciones. Por ejemplo, dos estadounidenses reaccionan al escuchar por primera vez a Rocío Jurado, entonces salen admirándose, sorprendiéndose y despepitándose, componiendo una reacción estudiada y escenificada que, sin embargo tratan de pasar por espontánea. O todavía peor, vídeos de padres que hacen regalos a sus hijos y graban su reacción. 'Monchito' de once años reacciona al recibir su primer Iphone y, el niño compone todos los mohines sobreactuados del actor de tercera. Con que cunde por doquier la reacción.
Ya sabes que Patxi López ha dicho que lo importante no es la corrupción, si no como se reacciona a ella. Lo gosto de reaccionar se ha vuelto muy importante, de hecho, en menos de una hora tenemos una moción de censura y, según Ramón Tamames, que es quién la capitanea, lo importante no es que triunfe, sino que consiga que la ciudadanía reaccione. Hay que reaccionar a todos los golpes de efecto, por eso nuestra época es una fábrica de reaccionarios, pero no en el sentido de Donoso Cortés, sino más bien en el sentido de la rana pepe.
La conclusión es que no embistamos todos los capotes que nos tienden o pongámonos esta idea de la política como golpe de efecto constante, como economía de la reacción. Si tenemos que reaccionar a cada ocurrencia de los protagonistas de la obra, nos convertimos en coro griego porque en tiempos de política espectáculo no hay ciudadanos, sino espectadores. Así que no reaccionemos tanto y no nos hagamos daño.