Estaban quejosos contigo porque la otra mañana te empeñaste en que los chavales no saben contar chistes, y te aseguro que anoche me hicieron pasar un buen rato. Y es que el coronavirus también está sacando lo mejor de nosotros: nos ha hecho más bizcochones, incluso sensibleros y mandamos mensajes a todos como si fuese Nochevieja, algunos la mar de cursis, otros parecen arengas militares, pero en definitiva bien intencionados.
¿Y los futbolistas? ¿Y los clubs de fútbol? Todos están ahora en una competición a ver quién es más solidario y generoso. Hasta Rubiales habla de generosidad con los necesitados y de tender la mano. Es como si de repente hubiésemos temido que existiera el infierno y todos estamos convirtiéndonos a buenos samaritanos de un día para otro.
Algo bueno sí que nos va a dejar esta época, esa mirada más comprensiva y tolerante, esos gestos caritativos, caer en la cuenta que el prójimo no es el rival ni el enemigo, que el prójimo somos todos y que todos nos necesitamos, pero que se nos queda dentro, porque si ese perfume de cariño y comprensión solidaria, se marcha con el coronavirus, puede que recuperemos la salud, pero la sociedad continuará contaminada de egoísmo… y una sociedad egoísta no es una sociedad sana.
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