Ayer, los jugadores del Eibar emitieron un comunicado en el que dicen tener miedo a volver por la posibilidad de contagio ante el elevado contacto físico entre ellos. Asumen que son unos privilegiados, pero también dicen que tienen miedo a contagiar a sus familiares más cercanos.
En la misma línea también se pronunciaron hace unos días, los jugadores del Racing de Santander, equipo colista de la Segunda División. Pero con un fariseísmo aún mayor, dijeron que nos les parecía bien hacerse los test si no había para todos los ciudadanos…como tampoco hay comida para todos en el mundo, y no dejan de comer, ni coches, ni trajes, no chandals.
Los futbolistas que quieran igualarse con la sociedad, que se igualen también en su día a día. Cuando se lesionan y tienen a todos los especialistas sanitarios a su disposición, que renuncien a ellos y vayan a la Seguridad Social, en vez de reclamar al mejor especialista el mundo.
El miedo es libre y como ciudadanos es perfectamente normal que lo tengan, pero es el mismo miedo que comparten miles de trabajadores de todo el país cada día que van a su trabajo. Ya no solo el personal sanitario, las limpiadoras, las cajeras, los quiosqueros, los carteros, los repartidores de comida… tantos y tantos ciudadanos que llevan meses exponiéndose y exponiendo a sus familias, y dicho sea de paso, con sueldos bastante más modestos, y que no han permanecido encerrados en casa, porque está sociedad les necesitaba.
Puede ser un error arrancar con el fútbol, o no, lo comprobaremos, pero necesitamos arrancar con todo, y acertar el momento exacto, aun corriendo el riesgo de errar. Pero el fariseísmo no es un error, es una farsa…un desprecio a la sociedad.