La idea es terminar la temporada con el visto bueno de las autoridades sanitarias sin público durante las noches del mes de julio, y en agosto, las vacaciones, salvo para los equipos que se hayan clasificado para la Champions.
LaLiga comenzaría a finales de septiembre y todo a expensas de cómo evoluciona la pandemia porque es caprichoso el azar.
Quiqué Setién fue un futbolista elegante y técnico porque así concibe el fútbol y posiblemente así conciba la vida, con elegancia, cultura y aprendizaje.
Era uno de los futbolistas que en la concentración andaba siempre buscando rival con quien jugar al ajedrez, que hace treinta años eso no era fácil.
Anoche estuvo conversando con nosotros en El Transistor y cree que sigue siendo el mismo, que el Barça no lo ha cambiado y que está en esa etapa en la que tiene que convencer a un vestuario lleno de estrellas que lo han ganado absolutamente todo, pero está seguro de que va por el buen camino.
No le molesta que suene el nombre de Xavi para el banquillo. Me confesó que llegó a pensar en él para que trabajaran juntos, aunque ahora ya sería imposible.
Espera estar muchos años, pero cuando se vaya, dice que estará encantado de abrir la puerta y dejarlo pasar.
Aún así, Setién presume de optimismo y dice que no le estresa la cuarententa. Me estuvo explicando que vive en un piso y que, a falta de jardín, da toques con un balón de baloncesto por el pasillo que le había dejado allí su casero.
Pero no tiene prisa por volver porque quiere hacerlo con todas las garantías y no haber estado en casa dos meses sin salir para nada. Se le ve cómodo en el banquillo del Barça y quiere disfrutarlo. Después, el azar seguirá igual de caprichoso.