Me resultan admirables las medidas de seguridad que ha tomado el fútbol para proteger a sus futbolistas en la pandemia que nos tiene condicionados. Pero hay incongruencias absurdas. Les obligan a entrenar y a jugar pasando un PCR varias veces a la semana. No les permiten utilizar los vestuarios, y tienen que ducharse en su hotel o domicilio. No se dan la mano al saludarse en el centro del campo, pero sin embargo les permiten abrazarse cuando se produce un gol, y lo hacen sin ningún pudor y unen sus caras y se alborotan el pelo. No les permiten ducharse en el estadio, como fue el caso del Madrid anoche en San Sebastián, y sin embargo sí pueden ir en el mismo autobús, todos juntos, y sudados hasta llegar al hotel donde podían ducharse. Y después otra vez al autobús para ir juntos hasta el aeropuerto de Vitoria para regresar a Madrid.
¿De verdad no pueden ducharse en varios grupos para no estar todos al mismo tiempo en el vestuario, pero sí pueden viajar juntos en un autobús? No es que sea un problema importante, pero parece una incongruencia en el protocolo que han diseñado para que vuelva la competición desde septiembre. Y lo preciso no siempre es lo necesario, pero cuando se abusa de lo preciso, se tiene la tentación de saltarse lo necesario. Y ahí es donde aparece el verdadero problema