Lo que no faltó fue el fútbol, que nos dejó medio clasificado al Atlético de Madrid con ese 3-0 a los rusos del Lokomotiv, pero muy malherido al Athletic de Bilbao que perdió 3-1 en Marsella, y pudo ser peor. El equipo se ha ido desgastando estos años sin recambios suficientes y bajo el mandato amorfo, frío, desconfiado y distante de un presidente que fue futbolista, Josu Urrutia, y que nunca fue capaz de abrir el club a la ilusión y sobre todo a nuevas expectativas y oportunidades.
Introvertido y desconfiado hasta la vulgaridad, entiende el fútbol como la vida: amigos o enemigos, no existen neutrales ni meros simpatizantes. Extremadamente tacaño, sabedor de la responsabilidad de sus avales en un club que pertenece a los socios y que por tanto no es Sociedad Anónima, ha estrujado mucho la economía para no asumir riesgos personales, y el Athletic se ha convertido en un club que cuatrea jugadores en Navarra porque a él se los quitan desde cualquier lugar de Europa, y no es capaz de impedirlo ni de verlo venir cuando podía haberlo impedido.
Mal panorama para un club histórico, el segundo más antiguo de nuestro fútbol y que levanta simpatías y peñas de seguidores por toda España. Ahora se hablará del mal juego del equipo, que es malo, y se culpará al entrenador, que tendrá su culpa, pero a ese entrenador lo impuso Josu Urrutia contra el criterio de la dirección deportiva y eso parece que no está en las discusiones.