A sus 45 años, Mauricio Pochettino (que desarrolló la mayor parte de su carrera como central en el Español) se ha convertido, pese a su juventud, en uno de los entrenadores de más prestigio de la exigente Premier League.
El Tottenham, es un equipo competitivo y con sello de autor que, sin el poder económico de los gigantes ingleses, les planta cara y pelea con ellos en las primeras posiciones de su liga.
Anoche me dio la sensación de estar charlando con Valdano hace más de 15 años. Gran conversador, afable y, sobre todo, sensato y coherente. Alejado de la habitual diplomacia que muchos emplean como escudo para no cerrarse ninguna puerta en el futuro, Pochettino garantizó que jamás entrenará al Barça porque él ha sido un símbolo del gran rival de la ciudad y por los valores tan diferentes que representan uno y otro club.
Le pregunté si le gustaría entrenar en un futuro al Real Madrid y su respuesta fue que, ante todo, le debe un respeto al club que le paga y que confía en él y que el destino pondrá a cada uno donde merezca.
Frente a ese loable talante existe también la otra cara, la de quien no respeta a la institución que representa y lanza mensajes interesados pensando en el mañana más que en el hoy. Hace unos días dijo Mourinho, en una televisión francesa: “Mi hijo, que vive en Londres , fue a París a ver un partido del PSG y no fue a Manchester ¿Por qué? Porque hay algo especial. Magia, calidad, juventud: es fantástico”. Esto debe ser lo más parecido a lanzar piropos a la mujer de al lado cuando estás cenando con la tuya.
No sé si esto le pasará factura con la afición del Manchester United pero allí están empezando a descubrir al personaje que aquí se quitó la careta hace tiempo.
El otro personaje de la noche fue Jaume Roures, pero Roures no se puede resumir en un comentario, Jaume Roures merece toda una tesis doctoral