Futbolistas entusiasmados de éxito, vitoreados por una multitud que les venera y que les ha estado esperando allí durante horas. Y cuando llegan se produce la adoración a los ídolos, y los ídolos responden, no siempre con acierto. Se van soltando frases y sube el tono y el atrevimiento y de repente se oye ese “Piqué, cabrón, saluda al campeón”, una frase de un futbolista sensato y moderado como Carvajal, pero bajo los efectos alucinógenos del éxito y el momento.
Yo sé que siempre ha sido así. En Madrid, en Barcelona y en otros sitios. Pero si aspiramos a vivir con un ambiente mejor, más cómodo para todos en los escenarios del fútbol, cuanto menos incomodemos a los demás, mejor para todos. La frase de Carvajal es tan inoportuna como dañina, porque va a ocupar especio y repeticiones en estos días sin fútbol, y provocará futuras contestaciones.
Dentro de unos días la Selección vuelve a concentrarse, y le preguntará a Piqué, y a Carvajal, y al seleccionador que tendrá que hacer trabajo psicológico para restañar la herida en los próximos días. Todo era evitable, porque estaban felices celebrando una liga, un campeonato que cuesta muchos esfuerzos y que han ganado y que nadie les discute. ¿Por qué la grosería hacia el rival? ¿Porque es lo que enarbola a las masas? Esas frases provocan ambientes crispados e incitan a la réplica y al revanchismo, y los aficionados pueden equivocarse, pero los profesionales no. Carvajal me parece un tipo sensato y un futbolista admirable, un buen chico, que diría Del Bosque, pero en la madrugada se equivocó. Ya sé que otros lo han hecho antes, pero continuar la espiral de errores siempre lleva a que al final haya alguna víctima, inocente.