Algo se quiebra cuando los jugadores menos habituales descubren que su esfuerzo no tiene recompensa. Es el caso de Isco, Morata y Asensio. No importa lo que hagan en el partido anterior ni los goles que marquen: saben que volverán al banquillo si la BBC está en condiciones de saltar en campo. Y no por sugerencia del Presidente, como insinúa alguno, es simple temor de Zidane a romper el equilibrio de egos de ese vestuario.
Mi sensación es que ha querido crear un clima psicológico que en realidad es un ambiente de película de Walt Disney. Su objetivo es que nadie proteste o que las protestas, de existir, sean pocas y pasen inadvertidas, porque las hagan los más dóciles. Los que aún tienen dientes de leche. Sin duda le preocupa más mantener el buen clima dentro del grupo que el rendimiento táctico o físico, que es dónde menos experiencia tiene y peor se maneja.
Así ha navegado Zidane por la temporada, haciendo rotaciones en función del parte médico. Los problemas le llegan ahora, cuando la diplomacia no sirve y las esperanzas de los suplentes se agotan. Ese fue su pecado frente al Barça: fijarse antes en los espolones de sus jugadores que en los méritos que hicieron durante la semana. Su fortuna es que la flor le sigue asistiendo. Lesionado Bale, Zidane podrá recuperar un esquema más equilibrado y, sobre todo, más justo.
Entretanto, la Liga inaugura hoy una nueva jornada y el Atlético vuelve a escena con disimulo, como si en el Clásico no hubiera ocurrido exactamente lo que soñó el Cholo.