Con él conversamos anoche y le noté tranquilo y confiado. Tiene razones para estarlo: ha ganado las dos finales que ha disputado y además ha marcado en cada una de ellas. Pero sobre todo me llamó la atención su grado de madurez, más sensato, más precavido y más certero, mucho más responsable de todo y especialmente del vestuario. Lo conoce como nadie y se siente el líder y el protector.
A pesar de todo, me advirtió del peligro de la Juventus. Sergio Ramos sabe de lo que habla. En la final de Cardiff tendrá que vigilar a Higuaín y salir al paso de Dani Alves, viejos conocidos con ganas de reivindicarse. Será un rival duro y hambriento, porque la Juve hace más de veinte años que no gana un título en Europa.
En principio, el Real Madrid tiene suficientes recursos ofensivos para doblegar a la mejor defensa del continente, pero si el partido alcanza el descuento hará uso de su arma definitiva: Sergio Ramos. Que tiemblen los italianos entonces, porque el torero de Camas maneja tan bien el capote como la espada, e incluso anoche me reconoció que ha llegado a rejonear, pero eso sí, sus hijos, prefiere que jueguen al tenis, me dijo.