Su misión es la misma que tuvo su hijo en vida: concienciar a la sociedad de la importancia de la donación de médula. Se trata, en el fondo, de hacer del mundo un lugar mejor y más solidario. Pablo lo consiguió a través de una actividad en redes sociales que sumó más donaciones que cualquier campaña institucional.
Cuando el pasado mes de noviembre entregamos los Premios al Altruismo, Pablo no pudo recoger el suyo porque hacía poco de su segundo trasplante. Su cuerpo no respondió, pero sus ideales siguen vivos. Nos lo demuestra el homenaje de La Rosaleda, el reconocimiento que le ha dedicado Marbella, su ciudad, y la conmoción general en toda España. Llorar es una opción; la otra, es hacerse donante de médula y susurrar al aire Pablo…Pablo Raez.