Pero especialmente decepcionante fue la pataleta estúpida de Nasri, que se auto expulsó, porque eso fue lo que hizo, sabiendo que tenía tarjeta amarilla con esa actitud macarra y pendenciera. Posiblemente sin esa expulsión ahora no estaríamos lamentando la eliminación del Sevilla. Es comprensible aceptar y perdonar los fallos de un futbolista, pero me cuesta perdonar estas estupideces de niño consentido y mal criado, cuyas consecuencias producen tanta decepción en tanta gente. Me cuesta entenderlo, aceptarlo y perdonarlo, y espero que al club, a su club, le ocurra lo mismo y no se lo consienta gratis.
Hoy será el turno del Atlético. A los más veteranos todavía nos sorprende cómo han cambiado los tiempos. En las últimas horas se ha hablado más de la cubierta y de los accesos al nuevo estadio que del partido contra el Leverkusen. Está bien mirar a las alturas, pero si me preguntaran a mí recomendaría que esta noche no perdiéramos de vista el balón.