El lugar, la ciudad, es maravillosa y nos trae buenos recuerdos, pero jugándose el Mundial en Rusia, la UEFA podía haber elegido una ciudad de acceso más fácil y económico, porque se suponía que los equipos finalistas saldrían de las grandes ligas europeas: la española, inglesa, italiana, alemana o francesa, que quedan muy distantes de Ucrania. España a casi 3.000 km y Gran Bretaña a 2.500. Rumanía, Bielorrusia, Moldavia o Bulgaria, países más cercanos, no era probable que tuviesen equipo en la final, por tanto se condenaba a los seguidores de los posibles finalistas a un viaje largo, incómodo y caro, como así ha sido.
Entiendo que el escenario de la final deba ir cambiando, pero debe tener cierta lógica para los aficionados, que son quienes mantienen esa fiesta, la costean, y quienes le dan colorido con su presencia. Y en Madrid se han quedado muchos seguidores que han devuelto las entradas cuando han conocido los precios de los hoteles en Kiev. Hoteles que han cuadruplicado ese precio abusando de manera fraudulenta de la exclusividad que les daba el momento. Es la tercera final consecutiva que juega el Madrid y en las dos anteriores el club tuvo problemas para el reparto de las entradas. Esta vez sobran más de mil, que han devuelto y que en muchos casos quedarán vacías, por el precio y porque no se pueden vender a aficionados ingleses. No acabo de entender el pasotismo de la UEFA en proteger y cuidar la comodidad de los seguidores de fútbol porque ellos son lo más importante del fútbol. Creo que lo saben, lo que no estoy seguro es que les importe.
