Ese equipo lo levantó él solo, y ese equipo también enterró a Maradona como ser humano bajo el peso de la gloria y sus consecuencias peores. La ciudad lo adoraba. Hice un programa una noche en su casa, junto a Jorge Valdano, y la arteria principal de Nápoles, que comunica la ciudad de Este a Oeste, por la costa, quedaba bloqueada cuando Maradona aparecía con aquel Mercedes blanco descapotable, rodeado de un centenar de motos que lo abrían paso como un enjambre de abejas que protege a su reina.
Messi no ha jugado nunca en esa ciudad, anoche entrenó por primera vez en San Paolo, el estadio del Nápoles. Messi es otro futbolista con distintas circunstancias. La Gloria no le ha atropellado, porque ha estado muy bien protegido y su timidez le libró de la osadía suicida que desarrolló Maradona, que cayó en manos de las peores y más peligrosas compañías de Nápoles, que le dieron todo lo que quería, más que lo que necesitaba, y acabaron dándole todo lo que menos necesitaba para terminar destruyéndolo.
Pero esta eliminatoria la jugó el Madrid de la quinta del Buitre hace 32 años, y el partido de ida se jugó a puerta cerrada por tener la UEFA sancionado el Bernabéu, aunque el Madrid les ganó 2-0 con un marcaje de Chendo a Maradona que se hizo histórico. La eliminatoria la pasó el Madrid, como creo que esta vez la pasará el Barça, porque aquel Nápoles era superior al de esta noche, y el Barça de hoy, con Messi, es superior al Nápoles.
Pero sí, tengo especial interés por ver este partido del Barça en Nápoles, con ese ambiente y con ese estilo sobón del Barça de Setién.