Roberto Carlos, que ahora trabaja en el Real Madrid de embajador y que sueña ser entrenador, se relaja tanto en la conversación con su antiguo rival del Barça, que confiesa, más que comenta, lo que era aquel vestuario de los galácticos, del que salió huyendo escandalizado Camacho, del que dice Roberto Carlos que les citó para entrenar a las siete de la mañana, y fueron a hablar con él para que lo cambiase. Y el desenlace fue que Camacho tuvo que despedirse a los pocos días.
De Luxemburgo, otro entrenador del Madrid de aquella época, cuenta que les quitó la cerveza y el vino de las comidas. Dice Roberto Carlos que Ronaldo y él fueron a hablar con él para decirle que ellos tenían la costumbre de tomar cerveza antes de comer, y en cada mesa de los jugadores, tenían que poner dos botellas de vino, y Luxemburgo les contestó que su costumbre como entrenador de futbolistas era comer sin vino, y Luxemburgo también salió despedido.
Así eran las cosas en aquellos tiempos, y temo que no han cambiado mucho, porque los futbolistas son un gremio especialmente egoísta con su estatus, y hay siempre más suplentes que titulares absolutos en un vestuario, con lo cual siempre hay más descontentos con el entrenador que satisfechos, y eso hace muy vulnerables a los entrenadores, que terminan por protegerse con futbolistas que les deban el estar ahí, y que les defiendan de los chismorreos y las críticas en el vestuario, de ahí que hay entrenadores que se creen guardias pretorianas para protegerse de esos boicots sordos y muy disimulados.
Entenderéis que Zidane quiera rodearse de franceses, y continua rechazando al danés Eriksen, que acaba contrato este año, y sigue empeñado en su amigo Pogba, por el que el United pide casi 200 millones.